Un servicio indispensable

(Cuarta parte del discurso del periodista Abraham Santibáñez, al agradecer el premio Embotelladora Andina-Coca Cola)

¿Qué significa todo esto?

Una convicción profunda: la información es siempre necesaria y son los periodistas y los medios los encargados de proporcionarla. Y esta necesidad se hace más aguda en momentos de crisis.

No siempre las personas lo saben de manera consciente, pero su reacción intuitiva es universalmente la misma. Encender la radio cuando hay un movimiento sísmico, pegarse al televisor después de un ataque como los del 11 de setiembre, y leer intensamente los diarios en los días y semanas siguientes.

(Entre paréntesis: los primeros estudios, a nivel mundial, confirman que la lectura y venta de diarios subió en todo el mundo después de los atentados, debido a que la gente intentaba comprender mejor lo ocurrido).

Otra reflexión que cabe aquí es acerca de la calidad de la entrega informativa.

Los medios no pueden ser meros transmisores de lo que ocurre, sin capacidad de discernimiento, de jerarquización, de opinión, sin hacer distinción entre lo bueno y lo malo.

Tampoco pueden limitarse a recoger opiniones, si no son capaces de darles una forma coherente. No basta, ha dicho Juan Antonio Giner, con tener un entrevistado que diga A y otro que diga B mientras el periodista se lava las manos. El servicio que debemos prestar no tiene sentido si carece de orientación -ojo, no hablo de manipulación- y no refleja una línea editorial responsable.

Tampoco es un buen servicio periodístico si no es capaz de entregar clarificación ni eventuales proyecciones. Es el "género" periodístico de las explicaciones, que tiene casi un siglo de existencia en una forma sistemática: el journalisme d'explicación, previo al periodismo de la revista Time. Porque no basta con decir que alguien dijo algo. Los "por qué" son importantes. Los antecedentes son importantes. Las proyecciones son importantes y los públicos esperan encontrarlas en los debates de televisión y radio o en las páginas de diarios y revistas.

Más aún: esperan orientaciones. Ni patrioterismo ni indiferencia. Ni pasión descontrolada ni total desinterés. Lo que los públicos quieren realmente es verse reflejados en los medios, que respondan a sus dudas y temores. Que no les exacerben los problemas, pero que tampoco se los oculten ni minimicen. En suma, un equilibrio perfecto en una ecuación imperfecta.

Es hora de concluir con estas reflexiones. Necesariamente debo volver a lo personal, abusando tal vez de la tribuna y del afecto y la paciencia de todos ustedes.

Hace unos días, en la presentación de un libro acerca de la historia de la revista Hoy, que recoge uno de los períodos más intensos y emocionantes de mi vida profesional, se me preguntó si cambiaría esa experiencia -que incluyó un breve paso por Capuchinos, en muy buena compañía, debo decir- por un trabajo más tranquilo, con horarios más "normales" y con menos riesgos.

Mi respuesta fue la misma de siempre: yo no me hice periodista por un afán de tranquilidad, sino de servicio, incluso si ello conllevaba riesgos de todo tipo. No hablo sólo los de las querellas. También -lo que es más ingrato- de las molestias de los amigos.

En esta profesión, mientras uno está activo, es casi imposible tener "un millón de amigos". Hay gente que halaga constantemente al periodista y le extiende generosas invitaciones y lo trata bien, pero ya me di cuenta de que es un error creer que eso es por la linda cara de uno, por su inteligencia o por otras dotes personales. Ese despliegue es interesado, muchas veces inspirado en el temor.

En nuestra sociedad -y no refiero solamente a Chile- tenemos temor a la información libre y amplia, tenemos temor a decir las cosas por su nombre. Tenemos temor a la denuncia fundamentada…. Y preferimos la descalificación sin base, el rechazo "porque sí", o lo que es peor tratamos de hacer "la conseguida", es decir, hablar con el jefe para que corte al imprudente, lo ponga en vereda y, si es necesario, lo saque de la programación…

Creo que deberíamos acostumbrarnos a mirar los hechos y la verdad de frente. Ayer no más , al celebrar los diez años de existencia del Consejo de Etica de los medios de Comunicación, su presidente ha planteado que los propios creadores de esta notable iniciativa de autorregulación ética -los medios- no le han dado toda la difusión que merece, con lo que se frustra su objetivo y tarde o temprano reaparece la tentación de imponer controles, limitaciones y restricciones. Se olvida que al amordazar al periodista, se esteriliza a toda la sociedad, se empiezan a apagar las antorchas del pensamiento libre y nos hundimos en las sombras de un mundo sin alma… ni responsabilidades.

Es hora que aprendamos las duras lecciones del pasado… y del presente. Como se ha dicho ahora, a propósito de un muy desafortunado episodio policial, en esta materia, "todos somos responsables".


[Índice] [1. Ser Periodista] [2. El 11 de septiembre y el Nobel] [3. Los medios y su circunstancia] [4. Un servicio indispensable] [5. "No me arrepiento de nada"]