Los medios y su circunstancia.

(Tercera parte del discurso del periodista Abraham Santibáñez, al agradecer el premio Embotelladora Andina-Coca Cola)

Gracias a un viaje personal por varios países de Europa en los días siguientes al 11 de septiembre, tuvimos oportunidad, con Ana María, de seguir la información en televisión y diarios de otros países.

Como hombre de revistas y diarios, debo decir que, por lo menos hasta la hora del inicio de la represalia norteamericana, la mejor respuesta periodística, por su capacidad de análisis, de explicación y de proyecciones, la han dado los medios impresos.

No se trata de sostener que unos sean superiores a otros, sino de una comprobación reiterada: hay noticias y momentos cuyo medio natural es la televisión, por la fuerza de sus imágenes. Otras, en cambio, tienen un cauce más efectivo -dramático a veces, como demostró hace más de 60 años Orson Welles- en la radio.

Y, finalmente, están los medios escritos que siguen cumpliendo una decisiva y vital función en la comprensión de fenómenos complejos.

Esta visión del significado del conjunto de los medios de comunicación e información, de sus posibilidades y limitaciones es, tal vez, la más importante tarea que enfrentamos hoy como formadores de futuros periodistas.

Frente el deslumbramiento de la imagen o de las nuevas tecnologías, nuestro mensaje consiste en insistir que ningún camino debe ser desechado de antemano. Que todos son importantes y que hay noticias y procesos que pueden ser mejor informados y explicados con unos o con otros.

Esto debe saberlo obligatoriamente el periodista de este siglo, no importa cuál sea su especialidad o el medio donde se maneje mejor. El conocido océano de un centímetro de profundidad, exige ahora habilidades multimediales básicas. No se trata de que sea un experto, pero que tenga ojo para la imagen, "oreja" para los sonidos, capacidad de redacción para los casos en que el texto será lo más relevante.

Es la idea de un ser humano con las antenas permanentemente bien puestas, capaz de resolver sobre la marcha, qué medio o qué género es el que mejor permitirá enfrentar una situación nueva. Es posible que el grupo investigador de la Universidad de Columbia encabezado por otro conocido nuestro, el profesor John Pavlik, exagere con su "Estación Móvil para Periodistas", un equipo portátil individual que incluye cámaras de video y cámaras fotográficas con lentes de 360 grados, además de fax y conexión a Internet. Pero hay muchos momentos en que un jefe quisiera tener mucho más que un simple relato entrecortado por la emoción de un periodista que es testigo de un hecho importante. Aunque sea un medio impreso, le gustaría verlo. Y, al revés, incluso en la danza de imágenes que es la televisión, siempre habrá necesidad de textos que complementen lo que muestran las cámaras....

No se trata de sueños. Estos equipos ya existen. Y están empezando a utilizarse. Llegarán silenciosamente, sin que nos demos cuenta y nuestros periodistas sabrán usarlos... o no tendrán trabajo.

Pero toda esta preparación, que incluye un permanente llamado a la responsabilidad ética, no tiene sentido si no hay público: lectores, auditores, tele-espectadores, usuarios...

Como decía un buen amigo mío cuando fui director del diario La Nación: "Tú puedes hacer el mejor diario del mundo (que no era el caso, aunque le hacíamos empeño) pero no sacas nada si no tienes lectores".

Necesitamos del público. Pero esta conquista no puede ser a cualquier precio. Y se entrelaza, de inmediato, con otro tema: el de la formación de ese público, su capacidad de interesarse por lo que ocurre y su comprensión por temas complejos.

Es un desafío periodístico en la medida que nos interesa como emisores. Pero es un tema que debería preocupar a la sociedad entera, especialmente a los educadores, en cuanto afecta al conjunto de la comunidad que recibe las informaciones, los comentarios y las explicaciones que se entregan a través de los medios. No siempre depende de los periodistas que el público se deje seducir por seudo-noticias, reportajes donde no importa la verdad sino el sensacionalismo, donde no hay respeto alguno por el ser humano, y a nombre del rating o la sintonía, se atropella y niegan valores que todos compartimos o, al menos, decimos respetar.


[Índice] [1. Ser Periodista] [2. El 11 de septiembre y el Nobel] [3. Los medios y su circunstancia] [4. Un servicio indispensable] [5. "No me arrepiento de nada"]