Editorial:

Las definiciones (políticas) que se necesitan

Santiago, 8 de Junio de 2003

A comienzos de año, en un comentario titulado ¿Piñera, la primera víctima? (1), nos pareció importante destacar que el ex senador Sebastián Piñera parecía haber entrado en un período oscuro. Pese a la frecuencia de sus apariciones en los medios, estaba entregando opiniones sobre situaciones de relativa importancia mientras sus aliados de la Derecha monopolizaban los focos del debate político. En los últimos días, sin embargo, es evidente que la rueda de la fortuna ha dado un giro profundo: para desconsuelo de la UDI, que estaba monopolizando titulares especialmente en materia de derechos humanos, el presidente de Renovación Nacional recuperó con fuerza el protagonismo.

Como es inevitable, su aparición ante la opinión pública no es gratuita. Sus proyectos le han significado reproches de la UDI y una polémica en su propio partido. Tampoco le será fácil convencer a la Concertación de sus buenos propósitos. Después de todo, igual que la UDI, para no desperfilarse, debe recurrir a una permanente mezcla de avances amistosos y duras críticas al gobierno.

Tal como dijimos a comienzos de año, la acción política no sólo requiere de buenas ideas. Requiere de buenas estrategias y, muy especialmente, de capacidad para soportar las dudas e incomprensiones de amigos y adversarios. Sebastián Piñera parece excesivamente vulnerable ante esta carga, como lo prueban los episodios en que echó pie atrás, como ocurrió con su candidatura en la Quinta Región. Pero, también, se sabe de su vocación política, su voluntad de mantenerse en la pelea y seguir adelante.

No es fácil anticipar el desenlace de los muchos acontecimientos de los últimos días. Mientras el gobierno atesora –por fin- algunos éxitos visibles y palpables, como la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, se mantiene el pesado lastre de los juicios y escándalos de corrupción a los que se agrega ahora el malestar estudiantil. A la Concertación no le resulta cómodo encontrar su derrotero para los años finales del gobierno del Presidente Lagos. Y, como se ha visto con dramática claridad, tampoco en la vereda del frente hay claridad ni, menos, unidad.

Estos panoramas complejos son los que en definitiva mejor sirven para poner a prueba los liderazgos. Después de estos meses de invierno, cuando esté a punto de llegar la primavera, en septiembre, los chilenos deberemos enfrentar el pesado aniversario Nº 30 del golpe militar.- Para entonces, el naipe político deberá estar bien barajado. De lo contrario, las incertidumbres de esas fechas cargadas de simbolismos podrían resultar demasiado graves. El Presidente Ricardo Lagos, los líderes de la Concertación y de la Alianza, especialmente Sebastián Piñera, saben que para entonces deberá pisar terreno firme.

Abraham Santibáñez

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Nota del editor:
(1) La referencia es al comentario editorial del 26 de Enero: ¿Piñera, la primera víctima?