Editorial:

¿Piñera, la primera víctima?

Santiago, 26 de Enero de 2003

El comienzo de las vacaciones-vacaciones (febrero, para que nos entendamos) quedó marcado por diferentes hechos. El Presidente de la República, antes de tomar un breve descanso, después del cual viajará a Japón y otros países del Pacífico, reconoció que prepara cambios en el gabinete. Pero lo más significativo, sin duda, fue la realización de encuentros internos de tres partidos políticos: los dos más grandes (la UDI y el PDC) y el que ha sido más fuertemente golpeado por las acusaciones de corrupción y los cambios ya efectuados por decisión de La Moneda: el PPD.

El mensaje común de las tres reuniones fue la necesidad de avanzar en la modernización del Estado. Su significado es claro: habrá reglas del juego más claras y medidas más estrictas para asegurar su cumplimiento.

En este derroche de buenas intenciones, donde el elemento descollante es el acuerdo del gobierno con la UDI, o más específicamente del Presidente Ricardo Lagos con el diputado Pablo Longueira, queda aún mucho terreno por recorrer. Sería prematura, pues, sacar cuentas de quienes ganan y quienes pierden.

Pero hay alguien que ha sonreído poco en los últimos días, pese a sus constantes apariciones ante las cámaras o en los diarios: el ex senador Sebastián Piñera. Ha opinado mucho sobre diversos temas de actualidad, desde su proyecto estrella para canalizar el Mapocho a los Reality shows y las situaciones de riesgo que enfrentan los hijos, pero desde el otro lado de la pantalla se tiene la impresión de que no opina, y no se le pide que opine sobre los temas más candentes.

Por un tiempo, sobre todo cuando su amigo Eduardo Frei Ruiz-Tagle estaba en la Presidencia, parecía que era una carta segura en cualquier negociación sobre el futuro. Cuando armó un equipo de asesores en que había de todo: desde empresarios como Juan Eduardo Errázuriz, hermano del cardenal y compadre de Frei, hasta el profesor, periodista y ex-futbolista Carlos Caszely, las expectativas crecieron.

Pero al final, los grandes acuerdos se han generado, a la hora de enfrentar la crisis, mediante el entendimiento del oficialismo con sector más duro de la derecha. Se asegura así una razonable esperanza de éxito, pero se refuerza también la posición del candidato Joaquín Lavín y su entorno más cercano.

Sería prematuro pensar que la carrera política de Sebastián Piñera está agotada. La fascinación del juego político pasa porque en él se muere y se resucita más de una vez. Pero es evidente que desde su retiro de la carrera en la Quinta Región la imagen del ex senador no ha vuelto a recuperarse, aunque él insista -parafraseando a Hemingway- que la vida hay que vivirla peligrosamente. Y podemos creer que hay muchos candidatos a su puesto en Renovación Nacional.

Abraham Santibáñez

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