Un hombre discreto

No se parecía a ninguna de las caracterizaciones de James Bond: ni era un tipo especialmente sexy ni se le conocieron aventuras sentimentales. Católico practicante, su habilidad para aprender y hablar idiomas (dominaba ocho a la perfección) llevó a Vernon Walters a pasearse por los escenarios más notables del mundo político internacional. Testigo “discreto”, según su propia expresión, de los encuentros de los grandes a partir de la II Guerra Mundial, se dice que negoció –sin lograrlo- un prematuro ascenso de Juan Carlos al trono de España para facilitar la transición en vida de Franco.

En Chile su nombre salió a la luz pública porque el general Manuel Contreras lo mencionó como justificación para algunos contactos de la DINA en Estados Unidos, en 1976, el año del asesinato de orlando Letelier. Más tarde, cuando se abrieron los archivos de la CIA, se comprobó que en dos oportunidades –en 1974 y en 1976- Walters recibió a Contreras. Para los críticos norteamericanos de las operaciones encubiertas del gobierno norteamericano, esto sería prueba suficiente del involucramiento de la CIA en el asesinato de Letelier y de su permanente apoyo al general Contreras. De hecho, así lo planteó el mismo Contreras. Walters siempre negó una relación amistosa. Estuvo con el general Pinochet cinco veces por lo menos, pero hacía una clara diferencia entre él y Contreras. Cuando se produjo el episodio de la detención en Londres, le dijo a la CNN que ello le parecía algo “estúpido, porque impedirá a todo dictador en el futuro abandonar voluntariamente el poder”. Respecto del ex jefe de la DINA fue más tajante. Dijo que había sido “un error de Pinochet haber puesto a un hombre estúpido a cargo de inteligencia”. Por esos días, descalificó las afirmaciones el general Contreras porque reflejaban un mal cálculo de los tiempos. Explicó que “cuando mataron a Letelier yo ya estaba retirado de la CIA”.

Walters empezó su vida en en el Ejército norteamericano como voluntario, tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Llegó a general. Fue subdirector de la CIA y más tarde, a fines de la década de los 80, embajador en la ONU. Pero lo más importante fue su trabajo entre bastidores, en decenas de delicadas tareas secretas o muy privadas en todo el mundo, desde Irán, en los tiempos del Sha, hasta Cuba en la década pasada. Lo relató en sus memorias tituladas en inglés “Silent missions” (traducidas como Misiones Discretas), que lo revelan como un notable observador mientras servía de intérprete a cinco presidentes norteamericanos y a otras importantes

Figuras públicas, civiles y militares. No siempre fueron viajes de placer los suyos: estuvo en el “bogotazo” y acompañaba al Vicepresidente Nixon cuando lo agredieron y escupieron los estudiantes en Caracas.

Hasta la muerte, a comienzos de febrero de 2002, le llegó de manera discreta. La noticia se dio a conocer públicamente casi una semana después, sin dar precisiones acerca de qué le había ocurrido. Sólo se recordó que a su paso por Chile, en marzo del año pasado, se movilizaba en silla de ruedas. Se le preguntó entonces si iba a entrevistarse con el general Pinochet. Se excusó de contestar. Nunca se supo si había hablado con él o no.

Marzo de 2002