Tiempos decisivos para Kerry

En los casi nueve meses que faltan antes que los electores norteamericanos elijan un nuevo Presidente o reelijan al actual, van a pasar muchas cosas. Consciente de esta realidad, John F. Kerry, quien se colocó rápidamente a la cabeza de los competidores demócratas, está lejos de proclamar una prematura victoria.

La tentación, sin embargo, debe haber sido fuerte en los últimos días. Con su abrumadora ventaja en las primarias y “caucuses” de siete estados el súper martes 3 de febrero, el camino a la candidatura demócrata pareció consolidado. Howard Dean, el candidato con mejores posibilidades hasta el 27 de enero (primarias de New Hampshire) está considerando su retiro si fracasa en Wisconsin, el 17 de este mes. Al mismo tiempo, el representante Richard Gephardt, hasta hace poco otro en campaña, adhirió a su candidatura. Pero este y otros refuerzos importantes no significan el final de la competencia interna. Ella solo terminará el 29 de julio, en Boston, en la Convención Demócrata, cuando se consagre oficialmente el candidato.

Un mes después, cuando los republicanos, en Nueva York, confirmen que su candidato es George W. Bush, empezará la verdadera pelea.

En teoría, los demócratas tienen una buena opción.

Bush, según las encuestas, ha caído al punto más bajo de su popularidad. Las pruebas de que en realidad no había pruebas que confirmaran la supuesta amenaza iraquí, han sido devastadoras. Coinciden, además, con los problemas de su principal aliado, el Primer Ministro británico, Tony Blair, pese a que en la disputa con la BBC salió airoso.

Esta ventaja demócrata puede, sin embargo, diluirse en los meses venideros.

Kerry tiene muchos puntos a su favor. Se beneficia del paralelo con el Presidente John F. Kennedy... pero carece de su carisma personal. El tema no es menor: según el profesor Stephen J. Wayne, de la Universidad de Georgetown, quienes participan en el proceso de selección de candidatos, cada vez más numerosos en ambos partidos, “tienden a ser activistas ... con tendencias más ideológicas que los militantes ordinarios”. En el caso de los demócratas esto implica, según Wayne, que quienes designan a los candidatos son más “liberales” que quienes votan en la elección misma. En otras palabras, un candidato demócrata, elegido por una abrumadora mayoría en primarias y “caucuses” por su política contra la guerra, contra los “amigotes” de Bush en la Casa Blanca y “liberal” en materia de uniones homosexuales (aunque rechaza el matrimonio), como es el caso de Kerry, podría no ser tan buen candidato en las urnas.

Al revés, la ventaja de Bush es que un electorado menos informado, más pasional que racional, podría apoyarlo en la medida que la amenaza terrorista siga vigente.

Y hay más: según The New York Times, los republicanos podrían estar preparando una campaña destinada a subrayar la supuesta falta de sintonía de Kerry con “la gente”. Esto sería solo el comienzo de una batalla dura e implacable, en la que todos los recursos serían válidos, como ya ocurrió hace cuatro años con Bush hijo. Y antes también: en 1988, una de las estrategias decisivas para la derrota del demócrata Michael Dukakis, fue la acusación –hecha en tono descalificatorio- de que pertenecía a la ACLU, una agrupación defensora de los derechos humanos.

Ese año –conviene recordarlo- el elegido fue George Bush padre.

Abraham Santibáñez

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en febrero de 2004

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