Turbulencias en el vuelo periodístico.

Como era inevitable, el episodio desatado por la entrevista a Colmillo Blanco, identificado más tarde como el agente Otto Trujillo, ha proporcionado abundante tema para los medios.

Lo que al principio pareció una apuesta arriesgada, sobre bases débiles –el reportaje del diario La Nación con una fuente no identificada- terminó siendo un cohete tierra-aire de gran potencia destructora. Se podría decir que la prensa ha cumplido su papel, independientemente de los efectos.

El balance, sin embargo, nunca es tan simple. El tema está lejos de ser cerrado. Seguimos creyendo que habría sido preferible que el primer detonante hubiese tenido respaldos mejores que los que se mostraron inicialmente. El hecho de que muy pronto el informante fuera identificado y que más de algún comentarista aseverara que no había “nada nuevo”, no aminora la importancia de las revelaciones de La Nación.

Pero, en esta travesía por una noticia compleja, algunas debilidades permanentes del periodismo chileno han vuelto a aflorar. La abogada Pamela Pereira, por ejemplo, hizo ver que muchas preguntas en torno a la mesa de diálogo y los consiguientes comentarios, adolecían de graves fallas de conocimiento. “Los periodistas no han leído o no recuerdan los acuerdos”, dijo. Y ese desconocimiento permitió sacar conclusiones apresuradas, que muchas veces han desorientado a la opinión pública con respecto a los verdaderos alcances de la mesa. Del mismo modo, este desconocimiento –y, a veces, algunas obsesiones de los editores- están detrás de la insistencia en algunas preguntas, en querer obtener, a cualquier precio, determinadas respuestas, con un visible sesgo político.

Tal vez el problema de fondo radique en que no ha surgido, en la última década, una generación de comentaristas políticos que se pueda comparar a la que existía por tradición en Chile. Aunque pueda parecerlo, no es un juego de nostálgicos el que muchos añoren a comentaristas como Luis Hernández Parker, los “perros” Olivares, Eugenio Lira y tantos otros. Para ellos, el análisis político era más que un juego de agresivas preguntas y respuestas delante de una cámara. Era una indagación a fondo en temas que, creemos, les importaban vitalmente porque los sentían propios, como hombres de prensa y como chilenos.

Es lo que ha faltado en este episodio.

Publicado en “Periodismo y Etica”.
Boletín de la Escuela de Periodismo y el Centro de Estudios Mediales de la Universidad Diego Portales.
Octubre 2002.

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