Testimonios de un cuarto de siglo

Su presentación fue como es ella: precisa, académica, con inesperados rasgos de humor y sin eludir críticas. Eliana Rozas Ortúzar, galardonada este año con el Premio de Periodismo Embotelladora Andina-Coca Cola, recibió la distinción con un discurso revelador de sus inquietudes como formadora de periodistas y como directora de uno de los canales más importantes de Chile: Canal 13.

Ya lo he dicho antes: aunque sin duda el Premio Nacional de Periodismo es el de más trascendencia, este premio, financiado por una empresa comercial, tiene el enorme mérito de que su jurado está compuesto mayoritariamente por profesionales de la información y el presidente del Colegio de Periodistas lo integra por derecho propio. Ello no ocurre -paradojalmente- con el Premio Nacional. Por eso, la velada en que se concreta la entrega es siempre ocasión de una gran fiesta, en la cual esta vez el ministro Secretario General de Gobierno, Osvaldo Puccio, se lució como agudo orador. Junto con sumarse a las alabanzas por los merecimientos de la premiada, no escatimó críticas al periodismo “farandulero”. Eliana Rozas, dijo, representa “la inteligencia del buen periodismo”, que contrapuso a “la estulticia” del otro extremo.

Esta vez, aparte de ser testigos de la entrega del galardón, que incluye invitación y pasajes a Oslo, cuando la Organización Internacional de Energía Atómica y su presidente reciban el Nobel de la Paz, en diciembre, a los asistentes al acto se nos hizo un obsequio adicional: un ejemplar de una obra titulada sin pretensiones: “25 años. Premio de Periodismo Embotelladora Andina Coca-Cola”. Contra lo que pudiera parecer a primera vista, no es un texto destinado a que la empresa haga ostentación de la historia del primer cuarto de siglo del premio, que se cumplió el año pasado. Es, en cambio, un valioso documento en que se reúnen los discursos en que, cada año, los premiados agradecieron la distinción y hablaron de ellos mismos, de su circunstancia y de su visión del periodismo y nuestra sociedad.

El primer texto corresponde a Tito Olave (premiado en 1979), quien el año pasado recibió el Premio Nacional de Periodismo. La suyo es una síntesis de una profesión (el periodismo) en la encrucijada, que culmina con una afirmación categórica: “Aún existen limitaciones (al ejercicio del periodismo) y se han emitido bandos gubernamentales que constituyen una seria amenaza a nuestra labor”. En distinto tono, el mensaje se fue reiterando, e incluso tras el retorno a la democracia, en 1999, Alejandro Guillier, a propósito de la prohibición de “El libro negro de la justicia chilena” todavía reclamaba que había “una inconsistencia entre lo que se dice y lo que se hace” en materia de libertad de expresión. Hoy las condiciones son objetivamente distintas, pero subsisten restricciones, limitaciones y, sobre todo, temores.

Junto con este tema, el más importante, muchos de los premiados hablaron de sus propias motivaciones vocacionales y de su experiencia profesional. Son testimonios transparentes. A veces ingenuos. Siempre emocionantes. Y, en definitiva, convencidos como dijo Emilio Filippi en 1997 que “el periodismo es más que una simple actividad. Es una respuesta indispensable al derecho que tiene el público de ser leal, veraz y oportunamente informado”. Para ello, concluyó, la gente necesita que “nosotros, los periodistas, hagamos honestamente nuestro trabajo”.

Pese a los años transcurridos, es lo mismo que esta vez reiteraron, desde sus trincheras, el ministro y la periodista.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Noviembre de 2005

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