Teleseries de la vida real...

La efervescente crisis de Canal 13, oficializada por la decisión del nuevo rector de la Universidad Católica de designar un Consejo asesor presidido por la Decana de Comunicaciones, la periodista Silvia Pellegrini, dejó en segundo plano lo que había sido uno de los enfrentamientos más fuertes en el plano de los medios: la pugna por el control de Televisión Nacional.

La situación no está superada, pero todo indica que en el canal del Estado las aguas fluirán con cierta calma, hasta que se renueve el directorio, con los correspondientes acuerdos políticos, y en definitiva se mantengan los equilibrios que se lograron en los dos gobiernos anteriores. No es la mejor fórmula, pero ciertamente sirve para tranquilizar pasiones que de otra manera serían incontrolables. Lo malo de esta fórmula es que los temas de fondo: los equilibrios que no pasan necesariamente por definiciones políticas, por ejemplo, no se consideran. Tampoco se enfrenta el gran problema: el desafío de ser una televisión pública que se financia como si fuera privada, peleando el rating y, por lo tanto, debe dejar de lado temas no rentables.

Si el problema de los dos grandes canales fuera sólo el de las teleseries, sería fácil resolverlo. O, por lo menos, se podría encarar de manera directa y puntual. Pero que Romané le gane de manera tan contundente como la selección argentina a la chilena a Sabor a ti, es, apenas la punta del iceberg. O, mejor dicho, el final de una larga historia, que comenzó durante el régimen militar, cuando Canal 13 no tenía competencia, porque el sometimiento de TVN era patético y no había cable ni estaciones privadas. Eleodoro Rodríguez, en su calidad de director ejecutivo, sacó en esos años el máximo provecho comercial de las circunstancias, convirtiéndose literalmente en un santo de altar para la universidad y el personal del canal, que obtuvo notables beneficios. Lo malo fue que, a la hora de enfrentar nuevas situaciones, el canal mostró que no sabía cómo. Lo peor fue que, al momento de asumir el “delfín”, Rodrigo Jordán, la crisis asiática se sumó a todos los otros infortunios. Como si ello fuera poco, como ha dicho en una ácida radiografía en La Tercera del domingo 2 de abril la periodista Andrea Lagos, en el entorno del nuevo director se acumularon los errores que un caballero no puede cometer. Tras el debate televisivo entre los candidatos Lavin y Lagos, en Canal 13 se olvidaron de los periodistas de la universidad e invitaron a comentaristas de otras casas de estudio (Faride Zerán, María Eugenia Oyarzún y Celeste Ruiz de Gamboa). ¿Por qué? ¿Porque el canal estaba en la ruta del desenganche con su propia alma mater, tal como interpreta la propia periodista el cambio de nombre, a “Canal 13” a secas?

Como fuere, sería imposible que estos pequeños detalles y las situaciones de fondo no pesaran en el ánimo de quienes integran ahora el consejo asesor. El propio Rector Pedro Rosso dio las indicaciones de lo que la Universidad espera de su canal y ello implica, fundamentalmente, una actitud más moderada en el esfuerzo por la conquista del rating.

Por desgracia, la historia reciente ha llevado a este y al otro canal que fue igualmente pionero en Santiago, el de la Universidad de Chile, por caminos muy distintos de los que soñaron sus creadores. Sólo en regiones, con costos personales a veces muy duros, ha sobrevivido el espíritu de la TV universitaria. Pero ello no es fácil en una época en que los avisadores están dispuestos a pagar todo por un partido de fútbol, el “Malo” en el Festival de Viña o los chistes de doble y triple sentido, y nada por un programa de conversación inteligente o un debate razonado y en el cual los protagonistas no se comporten comoergúmenos que se descalifican y agreden incluso físicamente.

No será fácil la tarea de los responsables de Canal 13... o como se llame en el futuro.

Pero tampoco será fácil el trabajo de quienes se hagan cargo, finalmente, de los desafíos de Televisión Nacional.