Nuevas Tecnologías: ¿Para qué?

Columna Tecnológica por José Miguel Santibáñez

Como profesor en carreras de ingeniería informática, muchas veces me veo en la obligación de preguntarle a mis alumnos: ¿para qué va a invertir en esa nueva tecnología?

No me malinterpreten, como buen “computín” soy un aficionado a la nueva tecnología, y en más de una oportunidad me he metido en una de ellas sin tener muy claro que voy a obtener como retorno de ello... Y en varias oportunidades, el retorno simplemente no ha existido.

Pero la pregunta tiene una intención más allá del retorno económico de la inversión; quien invierte en tecnología, debe tener muy claro que las cosas “no volverán a ser como antes”. Para bien o para mal (si, también pasa) la tecnología llega y cambia la manera de hacer las cosas... Muchas veces, el que se acepte o no la tecnología, está directamente relacionado con aceptar los cambios organizacionales que esa tecnología provoca...

La tecnología no es neutral desde la perspectiva de la organización que la recibe.

Un ejemplo, tengo un amigo –competidor- en el área de instalaciones de cámaras de vigilancia a través de Internet. Como atacamos mercados diferentes, decimos que “coompetimos”, pues colaboramos estrechamente compartiendo ideas. Dentro de su área, está la de administración de edificios, sin embargo, se ha topado con un problema insoluble. Durante las noches, el encargado (portero nocturno) concientemente va y desconecta algunos equipos. Eso le basta para que no lo “vigilen a distancia” y, de ser necesario pueda darse sus pequeñas pestañadas sin que las cámaras lo denuncien.

Claramente, el vigilante ya NO podrá seguir haciendo las cosas como antes.

Sin embargo, debemos evaluar si esos cambios son realmente para bien. Considere el siguiente caso: Hace algunos años, cierta institución bancaria, evaluó como muy deseable el pasar de la impresión en “formulario continuo” (¿lo recuerda? Ese con una banda perforada a los lados) a una impresión láser en hoja de mayor calidad y presencia. Claro, como era un banco grande, y lo que se imprimía eran algunos miles de comprobantes de depósito y debía hacerse de noche (para la repartición a primera hora en la mañana) no fue fácil dar con el tipo y calidad de impresora requerida, sin embargo, y luego de varias pruebas fallidas, se logró dejar de lado la impresora de formulario continuo y pasar a la de hoja individual. Sin embargo, el operario a cargo, no estaba satisfecho; claro, nadie le preguntó a él, pero cada vez que llegaba el camión blindado, el guardia del camión y el operario hacían una revisión simple de folios: miraban el primero, luego el último y –como era formulario continuo- asumían que entre medio estaban todas las hojas correctamente impresas. Sin embargo, con este nuevo sistema, iban a pasar largo rato confirmando que no falta ninguna hoja suelta en medio de todo el listado. Eso, para el operario, era no solo una mayor preocupación, sino que ahora él era el responsable en caso de que faltara algo. (quien me contó la historia, me asegura que es 100% fidedigna).

En ambos casos, tenemos un personaje que no ha sido interrogado en cuanto al efecto de instalar nuevas tecnologías. En uno, ya sea por desidia, o por sentirse demasiado molesto por estar vigilado, decide “combatir” la fuente de sus males. En el otro, si bien se acepta la tecnología, se hacen apreciaciones de fondo, respecto de la inconveniencia de instalar esta tecnología.

No hay una respuesta definitiva, el tema recién queda abierto, pero queda en evidencia, que se deben evaluar adecuadamente los efectos de invertir en una nueva tecnología...

PD: si Ud. señor lector, desea compartir alguna experiencia de este tipo, no dude en enviármela a mi casilla: jms@abe.cl)..

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