Un milagro en Sudáfrica

"Se ha producido un pequeño milagro" afirmó Nelson Mandela el 2 de mayo de 1994, al momento de asumir el poder en Sudáfrica, tras casi medio siglo de apartheid y exclusión de la mayoría. Era, en realidad, un gran milagro. Diez años después, este 14 de abril, cuando a los sudafricanos les corresponde votar por tercera vez en elecciones nacionales, la democracia que les llegó tan tardíamente, se ha afianzada entre ellos, en un entorno marcado por golpes de estado y guerras civiles. Pero ahora se necesita un segundo milagro: el gobernante Congreso Nacional Africano (CNA) del Presidente Thabo Mbeki, será el ganador. Por delante, sin embargo, tiene nuevos desafíos.

Entrevistado por la agencia IPS, Khabele Matlosa, del Instituto Electoral Sudafricano, explicó que “las elecciones de 1994 y 1999 se concentraron en la reconciliación y en la disipación de los miedos de la minoría blanca. En 2004 vamos a ver al CNA afirmándose como partido, con un programa definido”.

En competencia este año hay 35 partidos. En los comicios precedentes el CNA obtuvo los dos tercios de la votación, lo que le permitió elegir en el Parlamento, reunido en Ciudad del Cabo, a Nelson Mandela en 1994 y a Mbeki en 1999. Este año nadie duda que Mbeki será reelecto por otros cinco años. Pero el debate ya no se limita a garantizar la participación de la mayoría largamente postergada. Aparte de querer mejoras tangibles en sus los niveles de vida, a los votantes les preocupa la epidemia del sida (cinco millones de sudafricanos están infectados con el virus en una población de 40 millones). Y. como ha planteado Patricia De Lille, antigua luchadora contra el apartheid, el sida, la extrema pobreza y la corrupción, se han convertido en temas prioritarios.

Hace un año, De Lille fundó el Partido Democrático Independiente y, en estos meses se ha convertido, según el diagnóstico de The New York Times, “en la peor espina para el CNA y su líder, el Presidente Mbeki”. Ella calcula que obtendrán entre el cinco y el diez por ciento de los votos y no cabe duda de que es la mujer más popular en la política sudafricana.

No es seguro, sin embargo, que la votación del nuevo partido sea tan significativa como piensan sus dirigentes. Sus adversarios han hecho ver que es probable que construya su plataforma restándole apoyo al partido gobernante, sin lograr mucho más. Este hecho, naturalmente, genera otros motivos de discusión. La gran mayoría del Congreso Nacional Africano fue la base de una transición considerada ejemplar. Pero está también tras las acusaciones de ineficiencia y, lo que es peor, de los asomos de corrupción que se investigan actualmente. El caso más grave se refiere a un acuerdo por cuatro mil 500 millones de dólares en armas compradas en Europa.

Nada de esto debería empeñar a fin de cuentas lo fundamental: Sudáfrica, con muchos problemas, con una enorme cuota de pobres, enfermos y malnutridos, ha sido capaz de avanzar firmemente por el camino de la democracia. Los temores de la minoría blanca, que se reflejaron en medio siglo de opresión y represión institucionalizadas, temores que también afectaron a otras minorías como los inmigrantes de la India y otra etnias africanas, nunca se materializaron. No hubo un baño de sangre y el país –tal vez demasiado lentamente- avanza en materia económica y social, sin graves retrocesos.

Es, en verdad, un gran milagro.

Abril de 2004

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