Repensando el periodismo

Nuevas tecnologías digitales: ¿nuevos medios de comunicación?

Introducción.

Por un momento pareció que los periodistas podrían desaparecer de la faz de la tierra. O ver reducido su papel al de meros recolectores de información, renunciando a su tradicional responsabilidad de seleccionar y jerarquizar las noticias.

Quien planteó con mayor lucidez este duro diagnóstico fue Nicholas Negroponte, creador del Media Lab del MIT y gurú de millones de adictos a la computación en el mundo entero.

En Ser Digital (1) Negroponte sostuvo que “en lugar de leer lo que otros creen que son las noticias y lo que otros justifican como digno del espacio que insume, la digitalización cambiará el modelo económico de la selección de las noticias, hará que el interés personal de cada individuo desempeñe un rol más importante y utilizará incluso información que hoy es descartada en la sala de armado (del diario) por considerársela de escaso interés popular”.

Como hemos podido comprobar en investigaciones sobre el tema y la consiguiente reflexión en la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Diego Portales, en esta afirmación hay una buena parte de verdad. Actualmente, en los diarios impresos se pierde gran cantidad de información, simplemente porque la necesidad de satisfacer a un público vasto y variado lo hace inevitable.

Un diario digitalizado, “personalizado”, obviamente puede responder mejor a los intereses de cada lector, sin aumentar los costos, con solo aprovechar el trabajo de todos los días de los periodistas y agregar material de archivo y conexiones a otros medios y a otras bases de datos.

Este diario, sin embargo, podría encerrar un gran peligro: ignorar hechos que no se consideraron como necesarios o convenientes de conocer o se rechazaron de antemano por incómodos o desagradables. Así, el “diario perfecto” tendría un gran pecado original: dejar a sus lectores al margen de información importante: vital para el correcto funcionamiento de la sociedad. Términos como “solidaridad”, “democracia” o “responsabilidad social” no se condicen con este diario automatizado que cada lector podría crear a su imagen y semejanza.

Difícil definición

La primera interrogante del nuevo mundo de las tecnologías digitales es la misma que de tiempo en tiempo preocupa a la humanidad cuando aparece una nueva máquina o un nuevo invento y que algunos pensadores bautizaron como “el mito de Frankenstein”: ¿quién controla a quien?

A comienzos de 1999, en una reunión de profesores de periodismo organizada en San Francisco por The Freedom Forum, el comentarista Jon Katz, planteó crudamente, pero en una nueva formulación los viejos temores. La diferencia de la revolución del Internet y la revolución industrial, dijo, es que el Internet "se ha convertido prácticamente en un organismo vivo debido a que crece y se expande más allá de toda posibilidad humana de controlarlo".

Y agregó:

Esto ha tenido un gran impacto en el periodismo en el sentido de que cualquier persona con un computador puede virtualmente tener a su disposición toda la información del mundo. La pretensión de definir lo que es un periodista... se hace cada día más difícil.

En los días siguientes se hicieron 22 exposiciones respecto del periodismo y el impacto de las tecnologías digitales. Algunas tuvieron un tono fuertemente futurístico como la del profesor John Pavlik, de la Universidad de Columbia, quien presentó el prototipo de la "Estación móvil de Trabajo para periodistas".

Hasta ese momento, estaba todavía en una etapa experimental. Aunque se habló de ella con entusiasmo, se insistió en que aun su utilidad era limitada. Pero, desde entonces, se produjo un espectacular cambio de situación: en julio, en Berlín, con motivo del Festival Techno de la ciudad, se estrenó un equipo muy parecido, desarrollado por un consorcio europeo. La “Mochila para la selva urbana” tiene los mismos usos que la estación móvil y, además, un rastreador satelital de posición que permite ubicar a quien la emplea con un error máximo de un metro.

El equipo norteamericano, todavía muy voluminoso, será reemplazado a corto plazo por otro no más grande que un teléfono celular. Cuando ello ocurra, su cámara de video, capaz de captar imágenes en 360 grados, hoy apenas un lujo de laboratorio sin muchas aplicaciones prácticas, podrá cumplir el sueño de llevar al público al sitio mismo del suceso: manifestaciones callejeras, recepciones a cantantes o deportistas o políticos famosos; encuentros deportivos trascendentales, exploraciones en lugares remotos, etc.

Aunque todavía están en la fase experimental, nuevos equipos como estos se añadirán, simplemente, a un mundo interconectado, donde los periódicos on-line ya empiezan a ser rutinarios y la gran novedad consiste en la búsqueda de "nichos" específicos para medios diseñados a la medida.

Mientras se avanza en esa dirección, surgen nuevos problemas.

Un aspecto importante es el pronóstico de que las cámaras serán casi totalmente invisibles. Ello es positivo, desde luego, pero también tiene un lado oscuro. Su eventual mal uso tiene implicancias de todo tipo, ya que puede afectar desde la privacidad de la información a la seguridad del comercio electrónico y de la democracia electrónica.

Este potencial para el uso equivocado, precisó el profesor John Pavlik, retomando la preocupación de fondo, “obliga a las escuelas de Periodismo a ser cada vez más estrictas en la formación ética de sus alumnos".

El nuevo panorama

Es evidente, sin embargo, que lo que previamente fue tema de algunas áreas de la formación superior, ya lo es de todas.

Lo aseguró el profesor chileno Jaime Sánchez hace ya algunos años(2):

Esta era (la “Era Informática”, la llama) marca el inicio de una nueva cultura, con nuevos valores, nuevos requerimientos de capacidad y destrezas, nuevas instituciones, inéditas carreras y profesionales, así como un nuevo sistema educacional...

En esta búsqueda de nuevas respuestas a problemas inéditos, el trabajo necesariamente debe emprenderse en forma conjunta, entre periodistas, ingenieros y otros especialistas.

Ello, lejos de ser una incomodidad, puede brindar inesperados beneficios. Precisamente una investigación de este tipo (3) nos permitió reafirmar algunas ideas de larga data en el periodismo: la labor periodística, aparte de ser esencialmente un servicio, obedece a normas establecidas, basadas en años de experiencia, que determinan usos y jerarquías.

Por ejemplo, cuando un editor hace su trabajo (“edita”, conforme la definición del medio, sus normas de estilo y la distribución de los espacios), no está censurando ni ejerciendo un indebido control, sino simplemente realiza una tarea indispensable de ordenamiento y correcta presentación.

La revisión de textos, distribución de tareas, fijación de plazos de entrega, todas estos son aspectos esenciales de la labor informativa y, por lo tanto, parece difícil que en algún momento los pueda reemplazar una máquina.

Al revisar, en esta perspectiva, estas complejas relaciones de trabajo, se redescubre no sólo la importancia de la estructura interna del medio, sino también los fundamentos de algunas rutinas básicas, como el chequeo de datos, el buen reporteo y el procesamiento responsable y la entrega cuidada de la información obtenida.

No es oro...

Esto no ha cambiado con la aparición de nuevos recursos tecnológicos. Al contrario, se ha hecho más exigente.

Así lo demuestran ejemplos como el de la publicación del Informe Starr en Internet, en septiembre de 1998, cuando fue conocido simultáneamente en todo el mundo, dejando a los periodistas un terreno de maniobra muy estrecho, obligados a efectuar un análisis de su contenido con más celeridad que nunca, pero con clara conciencia de que cualquier error o descuido podría ser detectado de inmediato por el público.

Poco antes, el veterano comentarista Pierre Salinger, antiguo asesor del Presidente John Kennedy, había sido inducido a un gravísimo error, al utilizar en un comentario, antecedentes sin respaldo que encontró en Internet sobre la explosión del vuelo 800 de la TWA.

Esta situación es un duro recuerdo de una obligación básica del periodismo: Internet no releva al periodista de la necesidad de poner en juego toda su capacidad e incluso su instinto, en la investigación de una noticia. Sigue siendo indispensable chequear y rechequear, preguntar y confirmar. Desconfiar y revisar. La credibilidad ha sido desde siempre la base de toda reputación periodística perdurable y lo sigue siendo.

La otra gran lección asociada a la incorporación de las nuevas tecnologías tiene que ver con la responsabilidad social de los medios.

Por tradición, especialmente los medios escritos, han estado a cargo de colocar sobre el tapete de la actualidad los temas de discusión. Eso que el profesor Maxwell McCombs bautizó como “agenda setting” no ha desaparecido, aunque no siempre se aprecie debidamente. De hecho, en un mundo tan saturado de noticias como es el actual, la necesidad profesional de que un periodista analice la actualidad y vaya planteando los temas más importantes se ha hecho más evidente que nunca.

La noticia en el pajar

Varios autores han coincidido en esta apreciación Entre ellos el especialista norteamericano en Etica, Dr. Rushworth Kidder. En una entrevista realizada aquí en Chile, hace algún tiempo, Kidder, fundador y presidente del Instituto para la Etica Global, fue confrontado (4) con este punto:

¿Qué va a ocurrir en el futuro, cuando todo el mundo, gracias a Internet u otro tipo de red, esté conectado y tenga acceso a la información? ¿Quién va a asumir la responsabilidad social de la prensa; el papel que a los periodistas nos gusta destacar de la labor de la prensa? ¿Ha pensado Ud. en eso? Porque es otro subproducto de las nuevas tecnologías.

Si en esta habitación Ud. no tuviera nada, ningún mueble, nada y yo tratara de esconder una aguja, ello sería muy difícil. La mejor manera de esconder una aguja es no tener sólo una aguja: es tener una aguja y taparla con un montón de paja. ¿Correcto? Esa es la manera de lograr que sea prácticamente imposible encontrarla. No porque esté en un rincón, sino porque hay tantas cosas más encima y a su alrededor que no hay cómo hallarla. Eso, según me parece, es lo que ocurre con Internet. El peligro no es que nos quedemos sin la información que necesitamos; el peligro es que tengamos tal cantidad de información que nadie, ningún individuo pueda usarla, pueda encontrar lo que busca.

“El trabajo de un editor, en el futuro, va a ser aun más importante que ahora. El trabajo del editor va a consistir en extraer, a través de todas estas enormes cantidades de información, las dos o tres cosas que él crea que el público debe conocer y lograr que la atención del público se concentre en ellas. Y, luego, las 10 ó 20 informaciones que sería conveniente que conociera; además habrá 40 ó 50 cosas más en las cuales alguna gente estará interesada. El trabajo de los editores será poner en orden todo esto.

“Hay alguien, el proveedor de información, cuya tarea será tratar de convencerlo de que su información es lo más importante del mundo y Ud. tiene que tenerla. Cuando Ud. tenga cuatro mil informaciones, a través de Internet, Ud. va a decir: ‘Me rindo. No puedo manejar todo esto’. Entonces Ud. va a recurrir a algún tipo de publicación, electrónica o en papel, lo que sea, que le ponga en orden todo este material y le diga qué es lo importante y qué no lo es tanto”.

Siempre necesarios

Como ha señalado el director de la Escuela de Periodismo de la U. Diego Portales, Luis Alvarez Baltierra, con motivo del informe del fiscal Kenneth Starr sobre el Caso Lewinsky, ahora hay nuevas reglas del juego.

En esencia, lo que ocurre es que esta facilidad de los públicos para acceder a la información obliga al periodista a hacer su trabajo tradicional de manera más rápida y mejor, con más cuidado por la exactitud de los nombres, datos y otros pormenores. En la medida que la gente se conecta directamente con la fuente informativa, podrá comparar si lo que les dice su periodista local se acomoda a la verdad de lo que está ocurriendo. No importa si ello sucede en su país o en cualquier otro lugar del mundo.

Esta situación fue la que hizo pensar a algunos expertos, entre ellos a Nicholas Negroponte, que el tiempo de los periodistas ya se terminó.

Pero ese es apenas un espejismo. Basta una pequeña reflexión para comprender que:

1.- Siempre habrá alguien, (un periodista, probablemente) detrás de la información y

2.- Más importante aún, se requiere de alguien (de nuevo, un periodista) capaz de hacer la selección noticiosa, jerarquizar la avalancha informativa y orientar a los públicos.

El verdadero problema es que ahora -y cada vez más- el periodista se verá exigido en tiempo y en exactitud. Lo que en nuestro medio se llamó desaprensivamente la “jaita”, ya no es posible.

LA INFORMACION EN LA SOCIEDAD DE LA INFORMACION

En forma paulatina, a partir de cierto nivel cultural y económico, las personas interesadas en determinadas áreas han adquirido el hábito de recurrir en forma permanente al correo electrónico y al Internet cuando requieren información actualizada y confiable.

Después del entusiasmo inicial, aunque los diarios electrónicos se multiplican cada día en las pantallas del mundo, la tendencia revela algunas limitaciones.

En primer lugar, el diario impreso no ha desaparecido, aunque nadie puede garantizar que ello no ocurrirá en el futuro.

En segundo lugar, el uso de los diarios electrónicos, tal como se conocen, sigue estando limitado por la falta de “portatibilidad” de los equipos y su relativamente poca diferencia con los diarios impresos: gran parte de los intentos por colocar información en la red digital parecen más un ejercicio de resignación que de innovación.

Grandes diferencias.

Como ya se ha dicho, hablar de diario electrónico puede inducir a engaño. Habría que darle una denominación más específica y acorde con sus características;

1.- Los diarios digitales pueden diferenciarse de los tradicionales por la posibilidad de hacer la entrega noticiosa en tiempo real Lo demostró El Mercurio el día del partido de fútbol entre las selecciones de Chile y Ecuador, en 1997. Más tarde, durante el campeonato mundial de fútbol de Francia se repitió la experiencia. Esto significa que no es inevitable un intervalo de horas entre el momento en que se produce la noticias y aquel en que llega al lector. No se requiere de tiempo para el trabajo de pre-prensa y prensa, ni para la distribución física.

Como dice un autor que durante muchos años trabajó en revistas, esta diferencia puede ser sustancial:

“Si yo soy un editor y puede apretar una tecla para cerrar mi revista un minuto antes de la medianoche del sábado y un minuto después de la medianoche, el público tiene acceso a toda la revista en su pantalla casera -o parte de él, conforme sus propios requerimientos, en su impresora- yo diría que eso es simplemente sensacional. La tecnología ha incrementado enormemente mi rapidez y efectividad como editor, rebajando el tiempo entre mi hora de cierre y el momento en que el lector recibe mi trabajo, de dos días (o tal vez dos semanas) a dos minutos, o quizás instantáneamente. (5)”

2. La capacidad de reunir diversos estímulos sensoriales.

Un diario electrónico propiamente tal, especialmente cuando el cableado de la supercarretera de la información esté completo, puede tener no sólo texto, sino otras formas de información: gráficos, infografía, video y audio.

Marshall McLuhan escribió, en 1967, que “todos los medios son prolongaciones de una facultad humana, física o síquica”. Ahora podemos decir que la tecnología multimedial puede convertirse en la proyección de los cinco sentidos del hombre: la vista, el gusto, el tacto, el olfato y el oído: un diario electrónico “ideal” debe combinar las noticias que hoy recibimos en el diario-papel, con las imágenes de la TV y el sonido de la radio, incorporando, además la instantaneidad de los medios audiovisuales.

3.- Mediante los enlaces adecuados, el diario electrónico ideal debe permitir el acceso a la más gigantesca y actualizada base de datos del mundo, la que existe ya en Internet y que está creciendo día a día en proporciones imposibles de imaginar.

Para algunos, esta es una pesadilla, pero en la práctica, un acceso bien administrado, vía hipertexto o hipermedia, realizado (o guiado) con criterio periodístico, puede ser lo más revolucionario de esta gran revolución comunicacional-informativa.

4.- Finalmente, un significativo aporte del diario electrónico es la posibilidad de que sea “personalizado”.

Cada usuario ya está en condiciones y lo estará cada vez más de pedirle a su computador que le reúna periódicamente las noticias que más le interesan y que se las dé con el máximo de detalle posible.

Luego de años de avances en tecnología, informática y comunicaciones, hemos sido testigos de una explosión del flujo de la información que manipulamos a diario. Pero ello no necesariamente se traduce en que el público -o los públicos, si se prefiere- estén mejor informado(s).

Lo anterior tiene que ver, sobre todo, con el servicio que han estado prestando hasta ahora los medios. En general la información, como lo muestran la TV y el cable, tiende a aparecer como un producto secundario, en el que prima la imagen espectacular sobre el contenido. Salvo hechos de gran impacto o de gran trascendencia, el interés por la información es escaso.

La sociedad, sin embargo, requiere de información.

Requiere de la difusión de algunos hechos vitales para el correcto funcionamiento de las instituciones democráticas.

Requiere del conocimiento y difusión de valores universalmente aceptados y su aplicación y efectos en la vida cotidiana.

Requiere de la promoción de las bellas artes, como una manera de elevar el espíritu e incentivar la creación intelectual y artística.

Pero ello no siempre se entiende y, desde luego, no se produce de manera automática.

Las nuevas tecnologías nos plantean varios desafíos. El más importante, según quedó en claro luego de la publicación en Internet del Informe Starr sobre el Presidente de los Estados Unidos, tiene que ver con la mayor velocidad que nos exigen estas tecnologías, junto con un gran cuidado por la exactitud.

El tema fue analizado en un artículo publicado en El Mercurio, el 19 de octubre de 1998, por el director de la Escuela de Periodismo, profesor Luis Alvarez Baltierra:

“La publicación electrónica del Informe Starr significa una revolución en el sistema informativo. En dos horas, las páginas que contiene el polémico documento quedaron a disposición de los usuarios que tienen acceso a Internet. En este fenómeno no participaron, en un comienzo, los medios de comunicación. No hubo pagos de derechos por parte de empresas o agencias periodísticas. No hubo intervención de directores ni editores de diarios y revistas, como tampoco de jefes de departamentos de prensa de radio o televisión. Se generó un sistema noticioso directo entre la fuente, en este caso el Congreso norteamericano, y el público que para esta oportunidad fueron los ciudadanos de todo el mundo. Podríamos considerar lo ocurrido como la primera demostración de una democracia informativa globalizada.

“Internet demostró que puede transformarse en el medio de comunicación más eficaz de la sociedad del futuro, lo que implica ventajas y riesgos. Fue una ventaja, por ejemplo, que el Informe Starr quedara a disposición de toda la sociedad en forma libre, simultánea y virtualmente instantánea. El riesgo, que debió asumir la sociedad, es que no hubo ninguna instancia entre la decisión del Congreso y la aparición del documento en las redes, en la cual se pudiera evaluar las consecuencias que provocaría el texto del informe en el público. El trabajo riguroso y metódico de los editores de los medios de comunicación fue desplazado a una segunda etapa”.

“Una de las características que tendrán, entonces, los públicos de la información electrónica, dice el profesor Alvarez Baltierra, es que ellos deberán trasladar la credibilidad en el mensaje desde los medios tradicionales de comunicación, hacia las propias fuentes informativas. El fenómeno resulta complejo y será materia evidentemente de una profunda reflexión en los círculos periodísticos, académicos y legislativos.

“Una segunda característica es el grado de inseguridad que puede generar la información electrónica. Los receptores podrán ser sorprendidos en sus lugares de trabajo, en locales públicos o espacios abiertos, por información de último momento, procesada o no, cuya necesidad y urgencia de transmisión obedezca a la decisión de una persona o entidad, situación que envuelve un alto grado de peligrosidad.

“El periodismo electrónico terminará con las rutinas. Los actuales periódicos matutinos y vespertinos podrán ser reemplazados por ediciones en constante e ininterrumpida actualización. Las salas de redacción trabajarán las veinticuatro horas del día, reencantando en cierta forma el periodismo.

“Surgirán nuevos desafíos, como por ejemplo, el riesgo de generar situaciones de pánico colectivo o reacciones económicas y sociales imprevisibles.

“Un efecto negativo es que aumentará la brecha entre la sociedad informatizada -conformada por quienes estén conectados a las redes electrónicas- y la sociedad no informatizada.

Todo lo anterior nos lleva a la única conclusión definitiva: nada hay seguro en esta materia. La tarea es seguir profundizando, experimentando y, sobre todo, reflexionando.


Referencias:

  1. Ser Digital (Being digital). Nicholas Negroponte. Ed. Atlántida. Bs. As.1995.
  2. Jaime Sánchez. Informática educativa. Ed. Universitaria. Santiago de Chile, 1993.
  3. Ver:”El diario (sin tinta ni papel) del futuro”. Informe sobre una investigación conjunta de profesores de las Facultades de Ciencias de la Comunicación e Información y de Ciencias de la Ingeniería. Editado por la Universidad Diego Portales. Enero de 1999.
  4. Ver Reflexiones Académicas Nº 8. Revista de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información. Universidad Diego Portales. “El Barómetro del Dr. Kidder”.
  5. Marshall Loeb, ex editor de Fortune, en un discurso sobre el tema de las nuevas tecnologías cuya versión en castellano aparece en el Nº 7 de Reflexiones Académicas, revista de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Diego Portales.