Muerte de un apóstol.

A los 90 años de edad, su mensaje se centraba en los jóvenes, igual que Juan Pablo II y, según estamos viendo, Benedicto XVI. En una época en que se agudizan los fanatismos religiosos, practicaba el ecumenismo. En un mundo violento, predicaba la paz. El hermano Roger Schultz creía que “sin amor no tiene sentido la vida”. Pero no fue una reflexión meditada, sino aparentemente una enfermedad mental lo que llevó a una rumana de 36 años a asesinarlo hace un par de semanas en la iglesia de la reconciliación, en Taizé, Francia. El incidente, en medio de un oficio religioso, fue particularmente dramático debido a que al comienzo nadie se dio cuenta de que el pastor había sido herido de muerte: se mantuvo en su asiento y sólo cuando empezó a correr la sangre los otros religiosos y el público percibieron lo sucedido.

Para generaciones de cristianos, y así lo entendieron católicos, luteranos, anglicanos, evangélicos y ortodoxos que conformaban su congregación, el hermano Roger fue un símbolo de entendimiento.

Su vida fue un ejemplo práctico de que el encuentro entre los practicantes de distintas confesiones cristianas es posible. Pero pretendía ir más allá, incluyendo en el abrazo fraternal a otros creyentes. Como ha resumido The New York Times, todo empezó junto con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Schultz se convenció de que el conflicto sólo podía superarse mediante el entendimiento entre las distintas confesiones religiosas. Protestante, con estudios de filosofía, hasta que fue obligado por la Gestapo a abandonar la naciente comunidad de Taizé, acogió ahí a fugitivos: judíos y miembros de la Resistencia francesa. Más tarde, de regreso, retomó su esfuerzo sobre la base de tres principios: alegría, sencillez y compasión. Actualmente, la comunidad cuenta con casi un centenar de hermanos (católicos y protestantes) provenientes de más de 26 países.

En 1988 la Unesco lo premió por su labor en la educación para la paz. Se reconoció también su trabajo dirigido esencialmente a los jóvenes, incluyendo numerosos libros sobre la oración y la reflexión acerca del mundo actual.

La muerte del hermano Roger ocurrió en vísperas del encuentro mundial de jóvenes católicos en Colonia, en una masiva reunión juvenil en Taizé. En una reflexión previa, el mismo había citado al profeta Jeremías. Es, en apariencia, una contradicción y, por lo menos una sorpresa, ya que se trata de alguien recordado por sus duras advertencias al pueblo de Israel. El hermano Roger prefirió destacar su veta optimista: “Yo sé los planes que tengo para el futuro, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza... Hay una esperanza para tu futuro... Yo, el Señor, lo afirmo”.

A partir de estos conceptos, en su mensaje a los jóvenes los invitó a la acción: “Lo que puede paralizar al ser humano es el escepticismo o el descorazonarse”. La tarea de los jóvenes es “preparar un porvenir de paz, más de lo que ellos mismos creen, ya han logrado convertir sus vidas en una luz que alumbra a su alrededor”.

Esos mismos jóvenes, así convocados, fueron horrorizados testigos del crimen que terminó con su vida. Pero, esperamos, no debería ocurrir lo mismo con su mensaje.

Publicado en el diario La Prensa Austral de Punta Arenas el 27 de agosto de 2005

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