La leyenda María Félix

Nació cuando el cine todavía no aprendía a hablar y consistía en imágenes titubeantes. Su vida transcurrió a lo largo del siglo XX, mientras México pasaba del período de las revoluciones a la estabilidad forzada del PRI... cuyo régimen se agotó, finalmente, debido a la corrupción y el cansancio de la gente.

María de los Angeles Félix Guereña, María Félix, quien murió a comienzos de esta semana en Cuernavaca el día en que cumplía 88 años, protagonizó una asombrosa paradoja: fue la mujer más conocida y con más poder en un país que no se avergüenza del machismo, elevándolo a la categoría de atributo nacional. Su inmenso poder lo concentró, sin embargo, en lo que realmente le fascinaba: el cine. "Siempre he hecho las cosas como quería", dijo en 1994 al diario español "El País". Si no quería un galán, me daban otro, si no quería una cosa, se cambiaba. Y me parecía muy normal, porque siempre fue así".

La conocían como "La Doña", desde su papel en "Doña Bárbara", una de las casi 50 películas que rodó en 60 años. Empezó con "El Peñón de las Animas", "un drama rural de 1942, vagamente inspirado en Romeo y Julieta", según escribió "The New York Times". Pese a que no lo favoreció la crítica, este filme proyectó a María Félix como la gran diva del cine en una carrera realizada principalmente en México, pero también en Europa. Igual que su país: "tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios", parecía inevitable que la devorara la máquina de los sueños de Hollywood. Pero se resistió. Su argumento fue que no quería aprender inglés ni le gustaban los papeles de india que le ofrecían: "No nací para cargar canastos", dijo. Si algo perdió con esta decisión, lo compensó con la adhesión popular y la admiración de los intelectuales de su país y del Viejo Mundo.

Su biógrafo más conocido, Paco Ignacio Taibo, hace notar en su obra -obviamente bautizada como "La Doña"- que María Félix no sólo poseía "una belleza singular". También era fundamental en ella el contraste con las actrices "tradicionalmente sumisas" de su país.

El escritor mexicano Carlos Monsivais la describió como "una sucesión de atavíos, close-ups, actitudes y frases memorables" y también como "la persona que veía en el lujo la escenificación de sus fuerzas interiores". Sobre todo, María Félix -en cuyo honor fueron bautizadas miles de mujeres que hoy tienen entre 40 y 50 años- fue el sueño de generaciones de latinoamericanos y no latinoamericanos. "Tanta y tan intensa es su hermosura, que duele", dicen que dijo Jean Cocteau cuando la conoció. No fue el único piropo. Su amigo Diego Rivera le dedicó un autorretrato "a María Reina de los Angeles Félix, quien millones de gentes admiramos y amamos pero a quien nadie querrá tanto como yo". El propio Rómulo Gallegos le subrayó en una edición de su libro Doña Bárbara una frase: "Agua clara del remanso donde los cielos se miran". Al margen, el escritor anotó: "Esta, María, eres tú". Agustín Lara, uno de sus cinco maridos, optó por el homenaje más perdurable: "María bonita", cantada por miles de enamorados a lo largo del tiempo y a lo ancho del mundo.

El más famoso de sus maridos fue Jorge Negrete, quien murió menos de un año después de la boda. Más largo, en cambio, fue su último matrimonio, con el empresario francés Alex Berger.

Nada, sin embargo, empañó el cariño y la admiración que le tenían los mexicanos. El día de sus funerales, el público apostado en el camino hacia el Cementerio del Panteón Francés, junto con las flores, las pancartas y las fotos de la actriz le gritaba: "¡Viva María Bonita!", "¡Viva la Doña!".

Es que se extinguía una leyenda, en un mundo cada vez más necesitado de ellas.

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Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 13 de abril de 2002