Sentido de una prensa libre

Hace un siglo, cuando El Mercurio inició su publicación en Santiago, dio una “esplicación” que puede sonar irónica a los lectores de diarios de fuera de la capital. Según una pequeña nota de la primera página, el diario de Valparaíso sólo se podía distribuir en la capital “en la mañana siguiente al de su salida, y a la misma hora en que ya están en circulación los diarios de la mañana con las noticias telegráficas recibidas en la noche...”.

Hasta hoy, una situación parecida -la demora de los diarios santiaguinos- sigue siendo la principal fortaleza de los editores regionales. No les resulta fácil competir contra los periódicos de la capital, que tienen mejor acceso a la publicidad y las fuentes noticiosas. Pero les ganan invariablemente en la carrera por incluir los últimos acontecimientos nacionales, sean festivales de música, resultados electorales o partidos de fútbol, y locales.

De todos modos, en esta historia hay más de una lección importante.

La demora en llegar a Santiago no fue, por cierto, la única razón del pionero Agustín Edwards MacClure para iniciar el nuevo periódico. Junto con el nuevo siglo, el magnetismo de la capital se haría cada vez más fuerte. Muy pocos editores de provincia serían capaces, en los cien años siguientes, de resistir esta verdadera “atracción fatal”. Ello hace más notable el caso de los que sobrevivieron y gozan de buena salud, como El Sur, en Concepción, y de La Prensa Austral, en Punta Arenas.

En Valparaíso la situación fue de mal en peor. En pocos años, a comienzos del siglo XX, se registró una acumulación de tragedias: el terremoto de 1906, primero, seguido de la apertura del Canal de Panamá, que lo dejaría fuera de las principales rutas marítimas. La decisión de publicar un nuevo diario en Santiago consagró una realidad, el centralismo, que todavía no se supera.

Nada de lo anterior, sin embargo, le resta méritos a esta celebración, momento culminante de “cien días de festejos para cien años”, como se ha proclamado.

Es lo que destacó el Presidente Ricardo Lagos, al recordar los propósitos y las realizaciones de El Mercurio desde sus inicios, historia poderosa que lo ha marcado en el tiempo y lo seguirá marcando. Porque el propósito de una prensa libre no es el de halagar ni servir a los presidentes ni a los otros poderes, sino servir lealmente a la sociedad.

Después de aludir al duro trance de 1973 (“la tragedia de la desunión”), el Presidente Lagos planteó que “afortunadamente... hemos avanzado mucho en la recuperación de nuestras mejores tradiciones democráticas y republicanas. Hemos recuperado al menos la capacidad de diálogo... En este contexto, la necesidad de un diario nacional. republicano e independiente, como lo planteó el fundador Agustín Edwards MacClure, es más indispensable que nunca”.

Hablaba el Presidente de un diario que estaba festejando nada menos que su centenario. Y que en Valparaíso ya superó los 170 años. Pero no cabe duda que también pensaba en todos los medios de comunicación del país. Especialmente a aquellos de los lugares donde, además, deben luchar día a día por reafirmar la identidad local y regional.

Abraham Santibáñez.