Medio siglo de esperanzas y dolores

Todavía no logro saber lo que representan Lenka Franulic, Luis Hernández Párker o Juan Emilio Pacull para los periodistas jóvenes. Algunos –no muchos- han oído hablar de estos “maestros” del periodismo, pero no logran saber cuál era su gracia desde su actual perspectiva en tiempos vertiginosos, en que todo es imagen, en que las entrevistas se hacen con garrote y, cuando hay un foro, nadie escucha a nadie.

Lenka, HP y Pacull –los nombro, porque figuran en una muestra organizada por el Colegio de Periodistas en la Biblioteca Nacional, junto con las portadas de diarios y revistas del último medio siglo- son los responsables, en compañía de una legión de contemporáneos, del “gran salto” adelante que dio el periodismo chileno hace poco más de medio siglo.

El 11 de julio de 1956, con la promulgación de la Ley respectiva., nació oficialmente el Colegio de Periodistas de Chile. Poco antes, la enseñanza del periodismo había logrado el reconocimiento de su status universitario.

Estos dos hechos marcan la culminación de un largo anhelo de los periodistas chilenos, resumidos en una expresión: “la dignificación de la profesión”. Eran periodistas de formación dispar, pero con una enorme vocación, que amaban su trabajo y que sentían que su deber era que la sociedad estuviera “veraz, leal y oportunamente informada”.

Y la sociedad chilena, que correspondía su amor, apreciaba su tarea. En un país pequeño, democrático, el trabajo de los periodistas era entendido como componente indispensable de la toma de decisiones por parte de los ciudadanos.

Desde entonces, nuestra historia sufrió muchas conmociones. Pasó de esa democracia tranquila, pero amodorrada de mediados del siglo XX, al fervor revolucionario de los años 60 y a la crisis de los 70 que terminó con el golpe del 11 de septiembre de 1973.

Para el periodismo, la etapa que comenzó ese martes 11 fue la más dura de toda su historia. Sorprendentemente, parte de sus efectos se prolongaron mucho después del retorno a la democracia en 1990. Casi al final de esa década, en gran medida por la detención del general Pinochet en Londres, la situación empezó a cambiar, poniendo fin a una larguísima etapa de temores y recelos.

La mejor demostración de que se vivían nuevos tiempos la dio la aparición de The Clinic, un periódico irreverente, como no había habido otro en Chile durante décadas, pese a que el humor y la sátira han estado presentes en toda nuestra historia.

Vino luego, en un reconocimiento de la fuerza de los cambios, un nuevo destape: el de los comentaristas, especialmente en los medios escritos, mientras que en la radio y la TV emergía otro grupo, el de los llamados “opinólogos”.

Como telón de fondo, en estos años, desde que Pinochet dejó el Palacio de La Moneda, ha habido un positivo cambio en la legislación que afecta el periodismo que, finalmente, según parece, nos permite mirar con optimismo el futuro, tal como lo miraban hace medio siglo los fundadores del Colegio de Periodistas.

No ha sido fácil.

Hoy, lo que realmente nos falta es que el público sea más exigente. Sobre este punto, tanto los periodistas como los propietarios de los medios están de acuerdo en que, en vez de más legislación represiva, lo que debe haber es autorregulación ética. Para ello existen las herramientas: el Consejo de la Federación de Medios y el Tribunal del Colegio de Periodistas.

Pero sigue faltando que quienes se sientan afectados, recurran a estos mecanismos. Y que, en definitiva, los periodistas, estén a la altura de las exigencias y desafíos, como querían Lenka, “Lucho”, Juan Emilio y todos los demás....

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Julio de 2006

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