El poder y la prensa
Dos episodios aleccionadores: La Tercera y TVN en la mira oficial.

El motivo del enojo ya está superado. A la hora del balance el gobierno descubrirá que ganó mucho más de lo que pudo perder. Pero en el gremio periodístico ha quedado una nueva magulladura que se pudo evitar.

Comprender el trabajo de los periodistas y el papel de los medios sigue siendo el mayor desafío para cualquier autoridad. Dirigentes políticos, religiosos o sociales, en democracia o en dictadura, tienen dificultades para relacionarse con la prensa. En el mejor de los casos no se sienten cómodos. En el peor –invariablemente en regímenes de fuerza- optan por acallarla.

Después de una década y media de experiencia democrática, en Chile todavía hay recelo y desconfianza, pero sobre todo incomprensión. Varios hechos recientes así lo demuestran.

El más notorio es, sin duda, lo que podríamos llamar el “affaire Vargas Llosa”. Por esos mismos días más publicidad recibió un reportaje de Televisión Nacional en La Legua de emergencia.

Convendría no habría olvidar, aunque muchos lo preferirían así, el desprolijo manejo del Poder Judicial frente a los periodistas. Como decía el profesor Guillermo Blanco, el “do de pecho” fue la historia de las filtraciones que denunció la ministra Chevesich y que involucró malamente al propio presidente de la Corte Suprema.

Aunque todos estos casos tienen en común la tensión entre medios y autoridades (y no mencionamos las religiosas), conviene analizarlos por separado.

¿Un pecado de omisión?

La publicación, el domingo 20 de junio, de una extensa y profunda entrevista al Presidente Ricardo Lagos en el diario La Tercera, presentada como “exclusiva”, encendió la mecha. Aunque nadie lo reconoció así en el entorno oficial, fue una excelente entrevista, que proyecta al Jefe de Estado chileno como figura de trascendencia continental. En el primer análisis primó, sin embargo, el elemento “sorpresa” ya que no se avisó que se iba a publicar a corto plazo en un diario chileno. Luego siguió la molestia explícita: en un comunicado oficial se lamentó “que el señor Vargas Llosa haya omitido que en esta ocasión estaba cumpliendo una tarea periodística en nombre del diario La Tercera”.

El real problema es la renuencia del Presidente a concederle una entrevista a un medio al cual recién el segundo de a bordo, en su calidad de Vicepresidente, había descalificado en duros términos: “¡Hasta cuándo mienten!.... Yo acuso directamente al diario La Tercera de fraguar un cuento.... Ellos están realmente en una campaña que es muy vil”, estalló José Miguel Insulza el 9 de junio, con motivo del debate sobre las filtraciones del Caso MOP. Al parecer, sin embargo, no se consideró adecuado dar esta razón para el enojo ante la publicación inesperada de la entrevista, que se suponía estaría incluida en un futuro libro de Vargas Llosa.

Como suele ocurrir, el remedio fue peor que la enfermedad: se entró en un juego de declaraciones en el cual corrió el riesgo de ser aplastado el asesor de prensa internacional, que había sido el puente para el contacto.

Un chequeo personal de lo ocurrido permite asegurar que si bien en abril, en la primera carta en que se pidió la entrevista, se mencionó la posibilidad de usarla al margen del libro, no se volvió a hablar de ello. En rigor, no faltan a la verdad el entrevistador ni el diario cuando dicen que advirtieron sobre este uso del material, pero se cuidan de explicar por qué no volvieron a insistir más adelante en el tema.

Esta omisión, que para muchos puede parecer un detalle, fue sin duda, la chispa que más tarde encendió la pólvora de la indignación en palacio.

El estallido, lamentablemente, impidió cumplir con la recomendación habitual en estos casos y convertir una crisis en una oportunidad. Un buen manejo comunicacional habría transformado la sorpresa en un éxito: ¿quién imaginaría un golpe a la cátedra como una entrevista de tal nivel en un diario con tal circulación? ¿Quién habría sido capaz de gestar un logro de esta magnitud si se lo hubiera propuesto?

Encandilados por el testimonio.

El 24 de junio, Informe Especial de TVN estuvo dedicado a un extenso reportaje realizado mayoritariamente con cámara oculta en La Legua de Emergencia.

Para La Moneda –el entorno presidencial, incluyendo el subsecretario del Interior, Jorge Correa Sutil- fue una ingrata sorpresa que se hablara de “el mall de la droga”. debido a que ha dedicado tiempo y recursos a poner atajo al tráfico de estupefacientes en ese sector.

Al juicio lapidario de las autoridades se agregaron posteriormente, algunos comentarios como el de Claudia Guzmán, en El Mercurio, el domingo 27.

El comienzo de la nota lo dice todo:

Esta columna podría llevar la firma de José Miguel Insulza. Porque dejando de lado lo interesado de su reacción, el improvisado crítico de TV que salió al paso de "Informe especial" tiene una cuota de razón.

Si el espacio de TVN resulta presa fácil para la crítica oficial, es por su propia debilidad. En los últimos años de los 20 que lleva al aire, "Informe especial" se ha quedado atrás en un aspecto fundamental: calidad audiovisual, el buen uso de nuevas tecnologías y formas de narración.

A veces el soporte periodístico, por valiente que sea, no alcanza a sustentar una hora de emisión y, como en "El mall de la droga", la debilidad de la forma puede minar cualquier intento de rigor”.

Pese a las grandes diferencias que separan a TVN de La Tercera, este asunto mostró una faceta que comparten, junto a la mayoría –o todos- de los periodistas y de los medios. Ningún equipo periodístico, en ninguna parte del mundo, va a reconocer un error cuando se pone en el tapete su honestidad profesional o la sinceridad de sus propósitos. Menos, todavía, cuando hay de por medio un trabajo que involucra peligros reales para su autor.

No cabe duda de que el reportaje de TVN tuvo defectos de equilibrio: se sobredimensionó el testimonio, tan riesgosamente logrado y se ignoraron casi por completo otras realidades como el esfuerzo de las autoridades en La Legua. Visto desde fuera, parecen tener razón los críticos improvisados que sostienen que se armó una presentación a la carrera para salir al paso del éxito de la competencia. Pero, con todas las dudas y reservas que merece el empleo de la cámara oculta, es indudable que nadie podía ignorar el esfuerzo de las grabaciones a escondidas.

Los periodistas no esperan que se aplauda todo lo que hacen. Es más, el aplauso generalmente debe ser tomado como una señal de alarma: alguien se está beneficiando indebidamente.

Al mismo tiempo, sin embargo, tenemos derecho a esperar respeto por el trabajo profesional de cada día. La independencia, por ejemplo, es parte inextricable del servicio de mantener informada a la sociedad.

Tanto el episodio de Vargas Llosa como el de La Legua ya están superados. En el trajín del periodismo, otros hechos han llamado la atención fugazmente y han pasado y probablemente han sido olvidados. En el caso de La Tercera, a la hora del balance el gobierno descubrirá que ganó mucho más de lo que pudo perder. Lo de TVN es menos claro. Pero queda un resentimiento porque nadie reconoció el coraje desplegado. Es comprensible que en el gremio periodístico haya quedado una magulladura que perfectamente se pudo evitar.

20 de julio de 2004

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