Adios a una “bella persona”

En 1974, en“The Front Page” Jack Lemmon, como el reportero estrella Hildy Johnson, brindó convincentes muestras de su talento. Representaba a un periodista a cargo de las noticias policiales en un diario de Chicago, en los turbulentos años 30. Como tal, exhibía todas las virtudes y defectos del periodismo sensacionalista. Hildy Johnson es el prototipo del enamorado de “la mariposa azul de la noticia”, como decía Ramón Cortez, al que no le importan los horarios ni los sacrificios. Tampoco tiene, claro, escrúpulos éticos tanto a la hora de exagerar un titular como cuando se trata de arrebatarle a los colegas un “golpe” noticioso. No vacila en sobornar a quien sea para conocer los detalles de un incidente policial. Pero, más que dinero, prefiere utilizar su encanto, lo que en el caso de Lemmon/Johnson era innato. Su gran debilidad no son el juego ni las mujeres, sino la facilidad con que se deja explotar por un jefe obsesivo (Walter Matthau, más tarde casi permanente compañero en pantalla), cuyo cariño no admite competencia, ni siquiera de parte de la mujer a la que Hildy ama.

“The Front Page”, cuyo título se tradujo de varias maneras -incluso de la más obvia: “Primera plana”- es una cruda lección de periodismo, de “lo que hay detrás de la noticia”. Pero, sobre todo, es una adecuada síntesis de lo mejor de Jack Lemmon, versátil y carismático.

Los primeros recuerdos que tengo del actor se remontan a “Una Eva y dos Adanes” y a “Irma, la Dulce”, cintas que marcaron su imagen de personaje capaz de hacer reír al tiempo que se mostraba sensible y dulce con las mujeres. Sin duda, de las casi cien producciones de cine y TV en que participó en cerca de medio siglo de vida activa, muy pocos chilenos olvidarán “Missing”. Dirigida por Costa Gavras, se basó en la historia de Charles Horman, el joven norteamericano asesinado en Chile en septiembre de 1973, que todavía transita por nuestros tribunales. Durante años se vio semiclandestinamente en malas copias de video, hasta que finalmente fue autorizada para su exhibición pública. Lemmon, en el papel de padre de Horman, está lejos de sus papeles más hilarantes. Pero es conmovedor, con la fuerza de un drama de la vida real, tan humano como muchos otros personajes que interpretó en la madurez.

Su éxito se debía probablemente a que nunca dio la impresión de tomarse demasiado en serio. Su nacimiento no fue tradicional: ocurrió en un ascensor en el hospital de Newton, en Massachusetts. Dicen que una enfermera, cuando lo vio amarillo por la ictericia, dijo lo obvio para una guagua de apellido Lemmon (Limón): “pobre limoncito”. Toda su vida escolar escuchó bromas parecidas, razón suficiente para no querer cambiarse de nombre, como era costumbre en Hollywood, cuando se hizo famoso. Tuvo varios percances, de los cuales era el primero en reirse. Por ejemplo, hacía parecer gracioso el hecho de que antes de cumplir trece años había completado trece operaciones. Contaba que cuando obtuvo el primero de sus tres Premios Oscar, concedió una entrevista apoyado en una barandilla recién pintada. Sólo vio el letrero de advertencia cuando terminó, tras haber arruinado su mejor smoking. Lo importante, en realidad, fue que el galardón –por Mr. Roberts, su cuarta película- le significó el reencuentro con su padre, presidente de una compañía de productos alimenticios. Hasta entonces su vocación había sido incierta: estudiante poco destacado en Harvard (excepto en actuación), marino y pianista de bar. En otro tiempo, hasta pudo haber sido periodista, como lo mostró en “The Front Page”.

Como en pocos personajes públicos, en Lemmon confluyeron su imagen real y la que proyectaba en pantalla. Así lo reconoció su amigo Warren Cowan al anunciar su muerte: “Para decirlo en pocas palabras: era una bella persona. Es la opinión que compartían todas las personas que lo conocieron”.