Lula, el alcohol y los periodistas

En mayo de 2004 el periodista Larry Rohter, corresponsal de “The New York Times” en Brasil, estuvo a punto de ser expulsado. El propio Presidente brasileño había dictaminado que no podía seguir en ese país. La falta de Rohter fue inmiscuirse en un delicado problema: “Luiz Inacio Lula da Silva no ha ocultado nunca su afición por un vaso de cerveza, un trago de whisky o, mejor aún, de cachaza, el fuerte licor brasileño producido a base de caña de azúcar...”.

En la nota periodística había una dura observación: el Presidente brasileño no estaba ejerciendo en plenitud sus funciones, delegando en exceso y que ello era, más que nada, el resultado del consumo excesivo de alcohol.

Según Rohter, el diagnóstico de Leonel Brizola, candidato en 1998 a la Vicepresidencia junto a Lula (en que fueron derrotados) era terminante: “Creo que (el Presidente) está destruyendo las neuronas de su cerebro”.

Pese al escándalo, Rohter, debido a que se movieron el Departamento de Estado y la justicia brasileña, pudo quedarse. Ello explica, tal vez, por qué ahora, cuando la herida volvió a abrirse, The New York Times ignoró por lo menos durante cuatro días el hecho.

Esta vez los periodistas Eduardo Scolese y Leonencio Nossa, de dos prestigiosos diarios -O’Estado y Folha de Sao Paulo- no sólo hablaron de consumo excesivo de whisky. Citaron el testimonio directo -según ellos- de quienes escucharon al Jefe de Estado brasileño cuando arremetió, bajo la influencia del alcohol, contra los presidentes de Argentina y de Uruguay y descalificó a nuestro país. Los juicios se publicaron en la obra “Viajes con el Presidente”. De inmediato fueron desmentidos, incluyendo al embajador de Brasil en Chile, quien sostuvo haber estado en la cena mencionada, en Tokio.

Scolese y Leonencio han sido privilegiados observadores de los entresijos del poder en su calidad de reporteros acreditados en el Palacio de Planalto, la sede de gobierno en Brasilia. Y en esa calidad, acompañaban al Presidente Lula, en 2005, cuando el whisky le habría soltado la lengua.

No es la primera vez que la relación entre los periodistas y el poder entra en conflicto. Es el reflejo de una tensión permanente: el poder necesita de los periodistas. Los periodistas, a su vez, requieren de la información que produce una relación de confianza.

El director de un diario chileno me comentó una vez que los reporteros acreditados en los diversos “frentes” noticiosos, pero en especial en La Moneda, terminaban siendo más leales a la autoridad ante la cual estaban acreditados que al medio que los acreditó. Puede parecer exagerado y posiblemente sea un caso excepcional.

Pero no es único.

Hace años, en un seminario en Buenos Aires, se recordó que un columnista del diario Clarín era “una persona que forzosamente tiene que tratar con el poder, porque de éste y de su entorno es que se nutre de información”. Esto significa, precisó el presentador del encuentro, que “la relación con las personas que ejercen el poder es finalmente una relación humana.
A veces se establecen lazos de cordialidad o, incluso, de amistad, así como también de encono, antipatías”.

Difícilmente los periodistas Scolese y Nossa volverán a viajar en el avión presidencial brasileño. Pero lo suyo, en la medida que resista la prueba de la verdad y del tiempo, dará testimonio de un auténtico, aunque incómodo, sentido profesional.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el 4 de septiembre de 2006

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