El hombre que inmortalizaba

Según se dice, el comentario final de Winston Churchill, creador de tantas sentencias famosas, se resumió en una frase para el bronce: "Usted me ha inmortalizado". La sesión fotográfica, sin embargo, se había iniciado de manera nada promisoria. Gracias a un "pituto", el fotógrafo Yusuf Karsh había conseguido que le permitieran fotografiar a Churchill, de visita en Canadá en 1941. Le dieron apenas dos minutos y el primer ministro inglés, en un momento en que su país sufría el peor asedio de la guerra, no tenía ánimo ni paciencia para una sesión de este tipo. Cuando llegó donde Karsh, lo hizo mientras fumaba uno de sus tradicionales habanos. Era evidente que no le entusiasmaba la idea de posar.

En ese momento, Karsh, de apenas 33 años y no muy conocido fuera de su Canadá, su país adoptivo, tomó una audaz decisión. Se acercó a Churchill y, sin aviso, le arrebató el puro. Luego volvió a su cámara y captó la imagen del sorprendido y, sobre todo enojado estadista. Quedó retratado tal como lo imaginaban millones de personas en el mundo entero: el desafiante bulldog inglés, dispuesto a morder a quien se le pusiera por delante.

Fue el momento crucial. Las fotos más conocidas de Albert Einstein (fechada en 1948), de Ernest Hemingway (1957), Frank Lloyd Wright (1954) y Pablo Picasso (1954) son de Karsh, captadas con su voluminosa cámara con placas de ocho por diez pulgadas (casi una hoja tamaño carta), parte de un equipo que pesaba más de 150 kilos. En una época en que predominan las imágenes digitales, a todo color, parece sorprendente que sus mayores logros los tuvo Karsh en blanco y negro, combinando sabiamente los claroscuros. Según "The New York Times", el historiador Peter Pollock describió los resultados de manera magistral: "En sus poderosos retratos, Karsh transforma el rostro humano en leyenda".

Su decisión de convertirse en fotógrafo no fue casual. Un tío lo acogió en Canadá en 1924 (había nacido en Turquía, en una familia armenia, en 1908) y le enseñó los primeros rudimentos. Luego se perfeccionó con John Garo, un conocido retratista de Boston también de origen armenio. En 1932 Karsh abrió su propio estudio en Ottawa.

La historia dice que, por intermedio de su padre, tomó contacto en esos años con los dirigentes políticos de Canadá. Y, a través de ellos, una década después iba a tener la oportunidad de fotografiar a Churchill, el primero de una larga serie de hombres públicos, que incluiría presidentes norteamericanos desde Truman a Clinton; políticos mundiales desde Fidel Castro a Nikita Jrushov; dramaturgos como George Bernard Shaw y artistas como Andy Warhol; mujeres famosas como la Madre Teresa y Brigitte Bardot. En los años más gloriosos del periodismo gráfico, cuando "Life" era la reina de las revistas ilustradas, Karsh recibió la misión de retratar a los responsables de la conducción de la guerra, obras que más tarde reunió en su libro "Rostros del destino". Más tarde, con el conocido obispo Fulton Sheen se introdujo en la intimidad del catolicismo, lo que resultó en otra obra: "En busca de la grandeza: reflejos (o reflexiones) de Yusuf Karsh".

Karsh -quien murió a comienzos de semana- resumió su filosofía en pocas palabras: "Mi principal satisfacción es fotografiar a los grandes de corazón, mente y espíritu, sean famosos o no".

La mayoría eran famosos..

Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 20 de Julio de 2002

Volver al índice