Un hombre justo y valiente

Monseñor Raúl Silva Henríquez le dio un apoyo decisivo en dos momentos cruciales en la vida del ex Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Lo contó con emoción el ex mandatario en la ceremonia de relanzamiento de las Memorias del cardenal, la semana pasada.

El primer momento, explicó, ocurrió a la muerte de su padre. Aparte del dolor, que se agravaría más tarde con las denuncias de asesinato, sentía la presión del gobierno de Augusto Pinochet que quería hacerse presente en las honras fúnebres. Finalmente el propio cardenal resolvió la crisis, proponiendo dos ceremonias en la catedral, una oficial, con la Junta de Gobierno en pleno (y casi nadie más), y otra abierta, para que quien quisiera, o pudiera, sumarse.

Años más tarde, en la campaña por el “No”, Frei Ruiz-Tagle se vio enfrentado al dilema de dedicarse a la política y dejar sus negocios. “Me fui a hablar con él y me tomó del brazo y me dijo: ‘No tengas ninguna duda, si vas a trabajar por Chile, por su libertad, por su democracia, por los pobres de Chile, adelante’. Y ahí tomé la decisión”.

La escena se repetiría años más tarde, cuando Don Raúl estaba retirado, muy enfermo y casi no reconocía a nadie. Frei fue a verlo desde La Moneda y tuvo la impactante sorpresa de ver que el anciano sacerdote lo recordaba perfectamente: “No habían pasado ni cinco minutos y me volvió a tomar del brazo como en aquélla vez y me dijo: ‘No se te olvide lo que conversamos, hay que seguir trabajando por los pobres y por este país”.

A Eduardo Frei Ruiz-Tagle este recuerdo le llenó los ojos de lágrimas. Muchos de los cientos de asistentes a la ceremonia en que se recordaba el octavo aniversario de la muerte del Cardenal y se iniciaba la celebración del centenario de su nacimiento, se emocionaron igualmente.

La mañana, en el Centro de Extensión de la Universidad católica, estuvo repleta de recuerdos: “un hombre justo y valiente”, lo calificó la Presidenta Michelle Bachelet, quien puso el énfasis en el papel de Silva Henríquez como defensor de los derechos humanos, mientras el ex Presidente Aylwin valoraba sus intensas gestiones para impedir la tragedia del 11 de septiembre de 1973 y Ricardo Lagos resaltaba su papel “al dar continuidad a aquellas ideas republicanas cuando no estaban en vigencia en Chile”. Pero también hubo alusiones más cercanas: su sencillez, su amor a los niños y, también la forma de aludir entre sus íntimos al “agüita de cebada” para referirse al whisky.

El periodista Ascanio Cavallo tuvo la delicada misión de llevar al computador los recuerdos de la vida del cardenal Silva Henríquez. No fue tarea fácil, dijo. Pero hasta hoy lo considera como la excepcional posibilidad de acercarse personalmente a un chileno que amó su Iglesia, a su patria y a los pobres.

Es lo que el propio Cardenal subrayó al cerrar sus Memorias:

"En el balance provisorio de las alegrías, yo he sentido que mi pueblo me comprendió... Sé muy bien que no existe una de mis pobres virtudes que me haga acreedor de esta generosidad ebullente y desbordada; la recibo sólo como testimonio de amor hacia una Iglesia que ha querido ser justa, limpia y translúcida".

En los meses venideros habrá otras instancias para profundizar en el recuerdo de este católico y chileno ejemplar.

Abril de 2007

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