Historias del año viejo.

En estos días en que los balances de fin de año (generalmente cargados a la tragedia) chocan con los mejores deseos de quienes sólo aspiran a unas merecidas vacaciones, me he encontrado con estas tres historias. Demuestran, según creo, que la realidad sigue derrotando –lejos- a la ficción más desatada.

La primera es una historia sombría.

En junio pasado, a los cien años, murió el senador norteamericano Strom Thurmond, un baluarte de la política racista. En 1948 fue candidato a la Presidencia por una facción del Partido Demócrata que creía en la segregación y rechazaba frontalmente la política de derechos humanos del partido. Obtuvo un millón de votos en la elección que ganó, contra todas las predicciones, Harry Truman.

La novedad, hace un par de semanas, es que Essie Mae Washington-Williams, una profesora jubilada de 78 años, salió públicamente a los medios y anunció que era la hija mestiza de Thurmond, nacida de una relación con una joven negra hace más de tres cuartos de siglo. “Nunca quise hacerle daño en vida”, señaló, al tiempo que confesaba que finalmente se liberaba de un gran peso sobre su conciencia.

La familia de Thurmond, hidalgamente, reconoció que la mujer decía la verdad, tanto tiempo negada.

Pregunta ¿Qué habría pasado si un periodista inquisidor hubiera cuestionado la coherencia política de Thurmond en sus años de más duro racismo?

Las otras historias, en cambio, son más felices.

Una se refiere a dos hermanos judíos: Beniamin y Rozia Shlomowicz, nacidos en Varsovia, él en 1926, ella en 1930, y separados poco después por los avatares de la persecución y la guerra.

Estaban seguros de que no se verían de nuevo. Y así pudo ser: Beniami fue soldado en el Ejército Rojo de la URSS, mientras su hermana sobrevivía en Auschwitz para luego regresar a lo que quedaba de su familia en Polonia. Pero no fue allí donde se juntaron, sino en Israel, donde ambos viven desde hace casi medio siglo. No fue casualidad, sino el resultado de un largo esfuerzo de reunificación de las víctimas del Holocausto.

Y queda, todavía una historia más. Es simple, pero esperanzadora.

Nasim (“Aire fresco”) es también una sobreviviente. La única de su familia. Gracias a su madre, que murió en el intento, se salvó bajo los escombros de su casa en Bam, Irán, donde murieron miles de otras personas. No ha podido contar lo que le pasó, ya que sólo tiene seis meses. Como por un milagro fue capaz de resistir más allá de las 72 horas que se calcula el máximo de resistencia de un ser humano en esas condiciones.

No es un caso único.

A mí me recuerda a un colega, José (“Cachito”) Ortiz, quien en 1939, después del terremoto que devastó la extensa zona de lo que hoy es la Octava Región, fue hallado con vida entre los escombros de la casa familiar, en Rafael, cerca de Tomé. Sobrevivió y con el tiempo llegó a ser un periodista de éxito y un prestigioso profesor universitario.

Tal vez ocurra lo mismo con Nasim.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas el 5 de enero de 2004

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