Los demonios de Harry Potter.

Una polémica menor entre dos obispos geográficamente vecinos, a propósito de Harry Potter, ha hecho evidentes algunas verdades simples. Una de ellas es que, para pronunciarse sobre temas de actualidad, las autoridades de cualquier tipo deben tomar algunos resguardos.

Ocurrió, por ejemplo, con la información acerca de la libertad vigilada concedida a Manuel Contreras Donaire, uno de los condenados por el asesinato de Tucapel Jiménez. Las razones de fondo estuvieron a punto de perderse en la confusión generada por los voceros de La Moneda, sorprendidos por la “filtración” de la noticia. Fue necesario un intenso ajetreo comunicacional para darle su verdadero sentido a una información que se distorsionó por su entrega no programada y la reacción improvisada.

En el ámbito episcopal, las opiniones de monseñor Sixto Parzinger, obispo de Villarrica, objetando al popular niño-mago creado por Joanne Kathleen Rowling, no solo desataron una réplica de su colega de Temuco, monseñor Manuel Camilo Vial. También permitieron comprobar que la gran mayoría de los chilenos hace poco caso de las censuras o recomendaciones de este tipo. Una encuesta, como las que hace semanalmente la Universidad Diego Portales vía telefónica (ver datos), mostró que los santiaguinos no consideran que Harry Potter sea una mala influencia (81 por ciento), no creen que la Iglesia Católica deba recomendar (o prohibir) libros (71,3 por ciento) y, por último, cuando se hace una recomendación, rotundamente no la toma en cuenta (78,3 por ciento).

Podría ser, y esta es la otra verdad que emerge de este caso, que los chilenos, como muchos ciudadanos del mundo, no terminamos de acostumbrarnos a los nuevos escenarios. Las amenazas de las sectas demoníacas, por ejemplo, que sin duda deben tomarse en serio, no pueden extenderse a toda manifestación que no sea de nuestro agrado. Es cierto que en Chile han surgido, como en otros lugares, personajes que se dicen partidarios de cultos satánicos. Pero ni siquiera quien lo afirma lo es necesariamente. Y, en rigor, en el caso de Harry Potter, resulta difícil relacionar su personaje algo ingenuo, por mucho que se mueva en un mundo ajeno a las creencias cristianas, con las prácticas del demonio.

Se trata de un tema serio, que debe ser tratado seriamente. No puede, por ejemplo, quien pide que se condena a Harry Potter, sostener al mismo tiempo que no lo ha leído. Debemos agradecer al obispo Manuel Camilo Vial su franqueza al abordar el tema. Al subrayar que sí ha leído las aventuras del joven estudiante en la Escuela de Magia de Hogwarts, cumple con una premisa esencial en todo debate. A partir de ahí agrega una equilibrada opinión: el libro “ha sido uno de los que ha tenido mayor difusión en los últimos tiempos y que ha sido leído por muchos jóvenes y personas”, ”tiene valores interesantes... pero también tiene peligros”.

Lo que sigue es una recomendación que cualquier educador compartiría: es conveniente, sobre todo en el caso de los niños pequeños, que los padres se preocupen de guiarlos en la lectura. Hay temas, formas de lenguaje, tramas que requieren de explicación y consejo.

Pero esta recomendación, que nadie podría rechazar, sin importar de las creencias de quien la formule, dista de una prohibición total. O, peor aun, de una asociación con prácticas que han sido relacionadas –con razón o no- con crímenes espeluznantes.

Encuesta

  • Encuesta telefónica aplicada a 300 hogares en la Región Metropolitana realizada el día martes 16 de agosto.
  • Selección aleatoria probabilística con salto sistemático bi-etápico, aplicada sin predefinición de cruces a personas mayores de 18 años entre las 18:30 hrs. y las 21:30 hrs. en días hábiles.

Pregunta 1
¿Cree que el libro Harry Potter es una mala influencia para los niños, como opinan algunos sacerdotes?
Pregunta 2
¿Está de acuerdo en que la Iglesia Católica recomiende cuáles libros leer y cuáles no?
Pregunta 3
¿Hace caso a las recomendaciones de la Iglesia Católica respecto a los libros recomendados?

Publicado en el diario El Sur de Concepción el 22 de agosto de 2005

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