Gripe aviaria: peor que la ficción

La última receta para tener éxito en el competitivo mundo de los best-sellers es simple: consígase un tema lejano de la experiencia del común de los mortales, póngale una dosis adecuada de cibertecnología, agregue una pareja romántica sin ataduras (ni sexo en exceso, que es innecesario) y ¡listo!. Fácil resumirlo, difícil realizarlo. El público es cada vez más refinado, hasta el punto que el propio Julio Verne ya no nos maravillaría. Hay que estar muy al día en el estado del arte, o asesorarse con expertos de primer nivel para entrar con suerte en temas que signifiquen éxitos mundiales de librería. Desde Parque Jurásico, los lectores y tele-espectadores se han hecho muy exigentes.

En esta perspectiva, parecería un tema propio de la ficción –y de hecho así lo fue- una obra que planteara el rescate desde un cadáver congelado en el Artico del virus de la influenza, aquel que mató a 50 millones de personas en 1918. Reconstruido mediante ingeniería genética –la misma que en otras novelas permite clonar al propio Jesús o darle vida a un embrión congelado durante 25 mil años- este virus, en manos de un científico desquiciado, puede convertirse en arma mortal. Lo aterrador es que no es mera fantasía.

El mes pasado, después de una década de investigación, según informó The New York Times, “dos equipos de científicos” norteamericanos anunciaron haber reconstruido precisamente el virus de la mortal pandemia de casi 90 años atrás. El material que utilizaron fue tejido pulmonar de dos soldados conservado por el Ejército y de una mujer, enterrada en suelo congelado (“permafrost”) de Alaska luego que la epidemia arrasara con su aldea. La investigación, realizada en dos centros especializados de Atlanta, fue conocida por el diario antes de su publicación en las revistas especializadas Nature y Science. Aunque el anuncio no tuvo mayor eco, algunos científicos expresaron su temor de que el virus pudiera escapar sin control de los laboratorios. De hecho es lo que se dice que ocurrió con el SIDA, a comienzos de los 80, cuando un experimento secreto se habría descontrolado. Nunca se ha probado el aserto pero es una posibilidad siempre presente. En el caso de las vacunas contra la influencia, debido al rápido cambio que experimenta el virus, la experiencia demuestra que es poco práctico prepararse con mucha anticipación. También pueden producirse resultados inesperados: en 1976 el gobierno norteamericano debió frenar una campaña de vacunación masiva cuando se detectaron cientos de víctimas de una afección nerviosa poco común que se atribuyó a la vacuna.

Pese al riesgo, ningún gobierno puede dejar de actuar cuando lo presiona la opinión pública. En las últimas semanas, el Presidente George W. Bush, que no ha tenido suerte en las encuestas desde el huracán Katrina, anunció que Estados Unidos destinaría más de siete mil millones de dólares para anticiparse a una epidemia. Su idea es levantar una “barrera sanitaria” en torno a su país. Los críticos sostienen que sería más barato destinar una suma muy menor (la FAO, por ejemplo, cree que bastarían 175 millones) para controlar el mal directamente en la población avícola del sudeste asiático. La Organización Mundial de la Salud opina que es preferible actuar en el terreno, en los animales, antes que prepararse para lo que ocurriría si llega a afectar a los seres humanos.

Pero quizás ya sea tarde. Superando la ficción, a mediados de la semana pasada se informó que en China se habían registrado tres nuevos casos de personas afectadas por la gripe aviaria. A la fecha han enfermado en Asia más de 120 personas, la mitad de las cuales ha muerto.

Una vez más, los novelistas estarían siendo derrotados por reporteros y cronistas.

Publicado en el diario El Sur de Concepción en Noviembre de 2005

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