Más cultura, menos escándalo

Es posible que sea una de esas golondrinas solitarias que no hacen verano. Pero, finalmente, en un paisaje dominado por la farándula, el público parece decidido a hacer valer sus derechos. Lo demuestran dos hechos: los resultados de la primera medición de sintonía de la TV cable y una clarificación acerca de lo que verdaderamente ocurrió en Valparaíso durante la recalada del portaviones Ronald Reagan.

Veamos.

La falta de datos concretos sobre la audiencia de la televisión por cable era algo que se hacía sentir. Frente al rating –en especial el rating-on-line- convertido en dictador supremo de la televisión abierta, no cabían argumentos. Por esta vía, implacablemente, la TV comenzó la caída por una pendiente de vulgaridad que tiene horrorizados a algunos y encandilados a muchos. ¿Y el cable? Hasta ahora se dijo que los canales de pago, precisamente por esta condición, no contaban, por elitistas. Aunque los datos existen desde el 2001, solo ahora se empezaron a hacer públicos. Y partieron con grandes sorpresas: los telespectadores, al revés de lo que se nos repite todos los días, no están desesperados por conocer las intimidades, los “pelambres” y las groserías de la farándula. Quieren, en cambio, cine, programas infantiles y culturales, en ese orden.

Es una buena noticia ¿O no? Habrá otras: todavía la medición se circunscribe a Santiago. Todavía no incluye a ese vasto universo de quienes se “cuelgan” clandestinamente y no pagan y no lo reconocen y no hablan –obviamente- de sus preferencias.

Es hora de que los canales empiecen a revisar lo que hacen. En el mundo de las comunicaciones audiovisuales, los cambios son rápidos. Y el público, que no está cautivo, tampoco está garantizado.

No lo está, tampoco, para el resto de los medios –escritos, por ejemplo- que suscribieron con entusiasmo la tesis de Valparaíso convertido en un gran burdel a orillas del mar. Con una visión plena de idealizado romanticismo, muy distante de la realidad, el anuncio de que el Ronald Reagan convocaba a más de tres mil “trabajadores y trabajadoras sexuales”, llenó tiempo y espacio periodísticos anticipando lo que sería un agitado fin de semana en el puerto.

Parte de la verdadera historia se supo hace poco, luego que el Secretario Ministerial de Salud de Valparaíso, Aníbal Vivaceta, sostuvo que había sido tergiversado y que nunca dijo lo que se le atribuyó inicialmente. En cartas y en entrevistas, el doctor Vivaceta explicó que no existen cifras precisas respecto del revuelo que habrían causado los marinos norteamericanos: “Muchas trabajadoras sexuales no están catastradas y en torno a un portaviones circula gran cantidad de cabras chicas y lolas que buscan agarrar un gringo y casarse”, dijo a La Segunda.

¿Qué pasó, entonces? Según Vivaceta, las prostitutas de afuera no llegaron a 200 en total. ¿El resto? Pura imaginación.

Los periodistas y los responsables de los medios deberían, sin duda, hacer un mea culpa. Como se dijo en su momento, Sodoma y Gomorra hubieran parecido una fiesta infantil al lado de lo que se anunciaba en Valparaíso.

¿Un poco exagerado, verdad?

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas los dias 16 y 19 de julio de 2004

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