El adiós de Gassman

Cada generación encuentra en la ficción su "malo" favorito. En los años 80 fue Darth Vader, de la Guerra de las Galaxias. En el viejo-viejo "Peneca", los "malos" solían ser algunos siniestros profesores o tutores, generalmente de origen inglés.

Para mi generación, aquella que se fascinó en los años 50 con el descubrimiento del neorrealismo italiano, no hay peor "malo" que el personaje interpretado por Vittorio Gassman en Arroz Amargo. Costó -me costó- cambiar la imagen del actor, muerto el jueves 29, y entender que se trataba, sobre todo, de un artista multifacético, capaz de actuar con la misma soltura en Hamlet y otras obras de Shakespeare, o en Il Sorpasso, considerado como el retrato fílmico del boom económico de los años 60 en Italia. En esta película, al volante de un Lancia Sport, le dio cuerpo a un cínico, pero simpático vividor que pasa alegre e irresponsablemente por este mundo. Su éxito de entonces lo catapultó a Hollywood, experiencia que le dejó amargos recuerdos. "Querían que fuese un latin lover, que no es lo mío", confesó más tarde.

Ninguno de estos personajes era su verdadero yo.

Como todo ser humano, Gassman era mucho más complejo. Antes que Marcelo Salas, los italianos lo admiraron como "il Mattatore". Ya era un veterano en los años 60. Inició su camino a la fama en 1943, cuando interpretó su primer papel en el teatro profesional. Pese a la popularidad, sufría una tendencia crónica a la depresión Como resultado, explicó el diario La Repubblica, "el genio y la melancolía lo acompañaron en su vida y en su carrera profesional". Para el actor Nino Manfredi. Gassman era "uno de los grandes italianos. Una persona completa, de grandísima cultura".

La historia de sus éxitos cinematográficos, que es lo que mejor hemos conocido en Chile, no agota el curriculum de Gassman, hijo de un inmigrante alemán. Su desempeño en el teatro, donde inició y culminó su carrera, fue sobresaliente, pese a que él sostenía que su vocación esencial era la de músico.

La amplitud de su registro le valió en 1997 el Premio Príncipe de Asturias, por "la fuerza de su talento creador" y por ser "todo un modelo interpretativo". El jurado sostuvo entonces que Gassman había "iluminado, en tiempos difíciles la vida de varias generaciones de europeos". Podría haberse anotado también una tendencia, acentuada en la madurez, que probablemente también tocó a sus admiradores de los años mozos: la nostalgia en la reconstrucción de un pasado no muy lejano, como ocurre en "Nos habíamos amado tanto"

Todo esto es la demostración de que el suyo era un talento versátil, con el que hizo reír y llorar con la misma fuerza, tanto sobre el escenario como en las pantallas. Se estima que interpretó unas cincuenta obras de teatro y más de 120 filmes. Tuvo, incluso, tiempo para escribir y editar varios libros de poesías.

No actuó solamente en Italia o Europa. En el apogeo de su carrera, a partir de los años 60, hizo presentaciones en Nueva York, Buenos Aires y también en Chile, donde estuvo fugazmente en 1965. Veinte años después, de regreso a Buenos Aires, en 1985, explicó sobre el escenario, su visión del arte teatral:

Lo definió como "un pequeño milagro laico en el que nos es dado el placer de la creación, en el más bello juego del mundo que está fuera del tiempo y del espacio y que da cabida a la eternidad".

No es un "malo" el que acaba de fallecer. Lo que sus admiradores de un largo período han perdido es a un gran actor, del más alto nivel.