Etica en un mundo globalizado

Este será un verano caliente en Estados Unidos. No por las altas temperaturas y los inevitables incendios forestales, sino por las repercusiones, desde Wall Street a la Casa Blanca, de los últimos escándalos empresariales. La semana pasada, en tono agorero, "The New York Times", después de recordar cómo el capitalismo ha tenido una marcha triunfal a través del tiempo, derrotando al comunismo y al terrorismo, entre otros peligros, ahora enfrenta una amenaza que puede ser la peor de todas: los excesos de los propios capitalistas.

La lista es larga y en los últimos días, tras una estela de víctimas que incluían a miles de confiados accionistas, la marea amenazante llegó hasta las puertas de la sede de gobierno de Estados Unidos. El punto crucial: un entrecruzamiento de prácticas abusivas, muchas de las cuales son ilegales, pero otras simplemente significan el desprecio de valores éticos fundamentales.

Uno de los primeros en dar la voz de alerta fue el fundador del Instituto para la Etica Global, el profesor norteamericano Rushworth Kidder. A la luz de problemas tan dispares como la catástrofe de Chernobil; el caso del Exxon Valdés, que contaminó las aguas de Alaska, y uno de los primeros escándalos con fondos mutuos en Wall Street, planteó su convencimiento de que sería imposible "sobrevivir en el siglo XXI con la ética del siglo XX".

Kidder asegura que la globalización es más exigente de lo que parece a primera vista. Para él, con el lanzamiento de la primera bomba atómica, en Hiroshima, en 1945, la perspectiva cambió para siempre. Y en lo que hoy conocemos como la Sociedad de la Información, esta era en que todo se transmite a velocidad electrónica, se agregaron nuevos componentes: capitales que cambian de manos en pocos segundos sin que haya fronteras físicas que valgan; buques tanques gigantescos como el Exxon Valdés; mega-generadoras a base de energía nuclear, como Chernobil, y crecientes conglomerados económicos como Enron, Worldcom o Xerox en Estados Unidos, y Vivendi en Francia.

En Estados Unidos, después de las conmociones recientes, han recuperado fuerza los partidarios del Estado regulador y será difícil no encontrarles la razón. Una tras otras, grandes y prestigiosas corporaciones mostraron las fisuras en sus aparentemente exitosas y muy serias fachadas mediante manejos contables propios del mundo de la llamada "economía informal".

El primer escándalo fue el de Enron, una pequeña empresa que se agigantó en pocos años, pero cuya debilidad principal fue que sus auditores -Andersen- le dieron el visto bueno permanentemente y por una muy buena razón: además de ser sus auditores eran sus asesores. Después vino la crisis de Worldcom, una gigantesca empresa de comunicaciones que hizo crecer el valor de sus acciones por el simple expediente de hacer figurar sus gastos de operación como inversiones. "Contabilidad creativa", han sido bautizadas estas operaciones.

Recién amanece sobre el siglo XXI. Queda mucho camino por recorrer. Pero ya los peores temores de Kidder se han cumplido: la falta de escrúpulos (otro nombre para la conciencia ética) está haciendo reventar los titulares de los diarios de todo el mundo. No son sólo problemas del alto mundo de las finanzas. Como siempre ocurre -y ya ocurrió en la crisis de 1929 en Wall Street- la lista de perdedores incluye a millonarios, súpermillonarios y muchos empleados, jubilados y modestas dueñas de casa que creyeron de buena fe que sus ahorros estaban a salvo con tan prestigiosas empresas.

Ahora saben que no era así.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 13 de julio de 2002

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