En medio de los medios

Se puede hablar mucho de la diferencia entre los viejos y los nuevos periodistas. Sostener, por ejemplo, que unos se caracterizaban por la bohemia, mientras que los otros -los nuevos- son sobrios, ordenados y se acuestan temprano en sus propias camas. Se puede mencionar -con muchas posibilidades de equivocarse- que uno son más imaginativos o que tienen más vocación que los otros.

Hay quienes creen que la ortografía es mejor ahora, aunque no es un dato muy seguro. Antes los encargados de enmendar la plana eran linotipistas y correctores de prueba; ahora, lo hacen los computadores que, por cierto no saben distinguir entre “a” y “ha” o “ah”... o entre “halla” y “haya”.

Esta reflexión viene al caso porque la diferencia real entre viejos y nuevos cazanoticias, hayan asistido o no a una Escuela de Periodismo, reside en que unos creen que los periodistas “nunca son noticia” y otros aparecen en primera plana o en pantalla más de lo necesario.

Es buena idea no ser autorreferentes. Pero es mala no reflexionar sobre el propio trabajo. En Chile, el primer texto que recuerdo en que se analizaron los medios, fue el “libro azul” editado por el Ceren, Centro de Estudios de la Realidad Nacional, de la Universidad Católica en tiempos de la Unidad Popular. Después, en los años del régimen militar, hubo estudios producidos por el Colegio de Periodistas, el Ilet y alguna que otra ONG. Su característica principal era la defensa de la libertad de expresión y la denuncia de las restricciones. Hasta ahora, cuando agoniza la década de los 90, en la democracia restaurada, casi nadie tocó el tema. Menos la gente cercana a la Concertación, que ha asumido -generalmente en un silencio algo forzado- la proclamada falta de política de comunicaciones de los gobiernos de Aylwin y Frei.

Por eso la aparición del libro “Sociedad y comunicación: en medio de los medios”, editado con financiamiento de la Fundación Konrad Adenauer, y textos de periodistas y expertos cercanos más que al mundo de la Concertación, a la sensibilidad demócrata cristiana, abre -o cierra, tal vez- un paréntesis prolongado en exceso. Catorce comentaristas, desde la “C” (Calderón Contreras, Cristián) hasta la “S”, (Santibáñez, Abraham), intentan entregar “una respuesta en algunos temas del ámbito de las comunicaciones sociales con voluntad decidida a asumir ese desafío partiendo de la hipótesis que nuestra vertiente de pensamiento añade valor agregado a esta área del conocimiento. Estamos tan convencidos de que la comunicación es clave en la construcción o desarrollo de una cultura nacional y de la democracia, como de que nuestra identidad requiere de manera permanente del aporte vitalizador de quienes se sienten interpretados por ella”.

Fija la línea en este marco, en el cual los distintos trabajos apuntan más a una visión profesional que ideológica, Jaime Castillo Velasco. Su prólogo, con el título de “Responsabilidad social de los medios de comunicación”, elabora en detalle un planteamiento de fondo: los medios deben ser libres para cumplir su papel. “Pero también tienen sus deberes”. Y enumera: verdad, respeto y “el deber de mantener y elevar el nivel cultural de la vida social...”

Agrega, entre otras, una precisión importante Jaime Castillo:

-No se debe atropellar la dignidad de otros, si no se quiere que se le suprima a uno mismo el derecho a expresarse. Ofender, hacer escarnio, descubrir lo que es privado, tratar de aplastar o escarnecer a quienes nunca podrán resarcirse del daño que se les hace por un medio de comunicación es algo que viola los deberes del periodismo, publicista, autor de libros o ensayos….”

Es evidente, que no todos los que lean este libro estarán de acuerdo con sus planteamientos. Pero coincidirán, con Jaime Castillo, que esta revisión hacia dentro,. de los medios de comunicación, era necesaria. Y aunque faltan todavía más respuestas, hay ya algunas que son muy importantes.

3 de diciembre de 1999