Energía compartida: otra lección europea

El gobierno chileno ha reiterado su "voluntad política" de firmar un acuerdo para establecer un "anillo energético" en América del Sur. El anuncio lo hizo el ministro de Economía, Jorge Rodríguez, al comentar la postergación de la firma del correspondiente "marco legal", prevista inicialmente para el 8 de diciembre.

Siempre es posible, creen los más optimistas empezando por el ministro, que este acuerdo se ponga en marcha antes de que el Presidente Ricardo Lagos termine su período el próximo 11 de marzo. Pero parece difícil: todavía "falta voluntad política de algunos mandatarios" de la región para concretar la iniciativa.

Por los mismos días, Angela Merkel, flamante Canciller (equivalente del cargo de Primera Ministra) de Alemania, viajó a Francia en su primera salida al exterior. Dijo que ello reflejaba "la profunda convicción de que una buena relación germano-francesa, una amistosa y profunda relación no sólo es buena para ambos países, sino también necesaria y deseable para Europa". El contraste con nuestro registro histórico es estremecedor: en tres oportunidades en menos de un siglo, entre 1870 y 1945, los ejércitos francés y alemán se enfrentaron en crueles conflictos con saldos de millones de víctimas con o sin uniforme. Hoy, lo reitera Angela Merkel, ese recuerdo está enterrado en el pasado.

Casi inmediatamente después de la última guerra, en 1951, Konrad Adenauer y Robert Schumman dos líderes visionarios, optaron por la unión y empezaron por el tema más sensible: la energía. La Comunidad del Acero y del Carbón fue la base de la reconstrucción del devastado viejo continente y permitió echar las bases de la Unión Europea.

Muy distinto es nuestro panorama. Países como Chile y Perú, cuyo último conflicto se remonta a mucho más de un siglo, o Chile y Argentina, que nunca han cruzado armas, y otros que apenas han tenido fugaces estallidos bélicos, no son capaces de aunar esfuerzos.

No han faltado las iniciativas para derribar las montañas y borrar fronteras. Algunas, como el intento de acercamiento de Juan Domingo Perón hace medio siglo, chocaron contra el espíritu democrático de la mayoría de los chilenos. Pero, con el correr de los años, también hemos visto diluirse promisorios entendimientos: la crisis del gas natural argentino fue la primera señal de alerta. Los acuerdos respecto de los hidrocarburos con Bolivia se complicaron hasta el borde de la tragedia. Perú no da señales de querer avanzar en estos entendimientos. Más lejos, el gran proveedor de energía de América Latina, Venezuela, prefiere aprovechar la bonanza para enrostrarle a George Bush la pobreza de sus conciudadanos o romper los protocolos diplomáticos con quienes no lo aplauden sin reservas.

El panorama resulta desolador, ya que -según todos los pronósticos- la demanda de energía seguirá aumentando. Ello explica que, junto a la búsqueda de nuevos acuerdos, tanto en nuestro continente como en sitios lejanos como Indonesia, el gobierno chileno promueva proyectos destinados a desarrollar fuentes menos tradicionales. Hace dos semanas se anunció la entrega de un millón 300 mil dólares para el desarrollo de estudios de 46 proyectos eléctricos sobre la base de recursos renovables: biomasa, desechos orgánicos, viento, agua y energía geotérmica. Todo lo cual no está mal. Pero, podría ser un buen complemento para grandes proyectos de alianzas a lo largo y ancho de nuestro continente. Lo mismo que se hizo hace medio siglo en Europa y ahora sigue viento en popa, pese a que la era del acero y del carbón empieza a declinar.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas en Noviembre/Diciembre de 2005

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