De pirámides, faraones y best-sellers

El Egipto de los faraones, como lo bautizó el doctor Juan Marín, está de moda. En realidad lo ha estado desde hace mucho tiempo. Ya Napoleón usaba el pasado (“40 siglos de historia os contemplan”) para arengar a sus tropas y Emil Ludwig se fascinó con la historia del Nilo, que llamó “la biografía de un río”.

Ludwig fue tal vez el primero que reflexionó acerca del misterio de Egipto, las pirámides y los jeroglífico. En la edición francesa de su libro se incluyó un capítulo acerca de cómo “en la medida que la pátina de los siglos cubría esta escritura, la imaginación se apoderaba de ella. En la edad Media todo el mundo quería sumergirse en el misterio”. Ello, agrega, sirvió para acrecentar las especulaciones hasta que se produjo el descubrimiento de la piedra Rosetta y el joven Champollion terminó finalmente con el suspenso.

Pero ello no significa que la magia se haya extinguido. Hasta ahora, iniciado el nuevo milenio, medio siglo después de la revolución nacionalista que destronó al rey Faruk, todavía los autores de best-sellers descubren y redescubren la fascinación del antiguo país.

El primero, en esta oleada, fue el sudafricano Wilbur Smith, quien después de sus numerosas obras en serie sobre su propio país, las emprendió en 1993 con “Río Sagrado”, una novela ambientada en uno de los momentos más difíciles de la historia egipcia. Pese a su avanzada cultura, hasta la llegada de los hicsos a orillas del Nilo no se conocían los caballos ni los carros de combate. A partir de ese momento, la historia había de cambiar para siempre y ese es el tema de esta novela de Smith y las dos que la siguen,. incluyendo una -”El Séptimo Papiro” - ambientada en tiempos modernos. En ella él mismo se incluye en la trama como motivo de discusión entre arqueólogos y coleccionistas de arte.

Algo parecida resulta “Sangre en el Nilo” se Suzanne Frank, en su intento por hacer una conexión entre el presente y el tiempo de los faraones.

Bárbara Wood, en cambio, cuya fama como autora de best-sellers se confirmó el año pasado con motivo de la feria del Libro en Santiago, se concentra en un lapso más corto, precisamente entre el reinado de Faruk y la década de los 90.

Tal vez los críticos literarios encontrarán pocos motivos de regocijo en esta obra que tiene mucho de previsible y se caracteriza como otras de la misma autora por sus forzadas coincidencias. Pero tiene el mérito indudable de mostrar la evolución del Egipto moderno, humillado por décadas hasta el triunfo de la revolución nacionalista de 1952, con Gamal Abdel Nasser como su líder inspirador. En este medio siglo, el país recuperó su orgullo nacional. Lograrlo no ha sido fácil en el tenso escenario de Medio Oriente, donde los egipcios sufrieron abrumadoras derrotas frente a Israel, tuvieron graves convulsiones internas como la muerte de Nasser y el asesinato de Sadat- pero a pesar de todo han sido capaces de mirar al futuro recordando su esplendoroso pasado.

Es lo que planteaba el chileno Juan Marín al final de su extraordinario viaje por el Egipto de los faraones:

Una sola lección quizás digna de aprender, entre muchas otras de efímera significación, debemos guardar de este libro: y ella es que el hombres, desde el comienzo mismo de su historia, siendo un ser mortal ha ambicionado vivir como un inmortal”.

Esa parece ser no solo la gran lección de Egipto, sino su fascinación para tantos autores, antiguos y modernos, que han ambientado a sus personajes entre las pirámides y la esfinge.