Editorial

Ofertas y compromisos electorales

A pocos días de la última elección del siglo, para no dejar de lado el lugar más común de estos días, la campaña muestra una saludable reacción de los partidarios de Ricardo Lagos que partieron sintiéndose ganadores y ahora ven que la segunda vuelta no es del todo imposible. Del resultado final nadie duda, desde luego, pero es evidente que así como la derrota en las primarias obligó a la Democracia Cristiana a un ejercicio de introspección a fondo, el proceso debería afectar a toda la Concertación si fuere necesario volver a votar en enero del 2000.

Un resultado de ese tipo no debería limitarse a una autocrítica a los partidos de gobierno. También quienes, confiando en que los resultados electorales estaban garantizados creyeron adecuado enarbolar sus propias banderas, aun poniendo en peligro la gran mayoría democrática de Chile, tendrían que revisar posiciones. Es efectivo que la democracia no les ha dado facilidades a las minorías, como proclaman Gladys Marin, Tomás Hirsch y Sara Larraín. Pero sus disparos contra la Concertación no apuntan al verdadero ni principal adversario.

La derecha, por lo demás, se ha comprometido como nunca antes en esta campaña. El apoyo de su candidato a los juicios contra el senador vitalicio en Chile; las ofertas de100 mil puestos de trabajo en tres meses, de empleo a los jóvenes y a los cesantes, de hacer crecer la economía en un siete por ciento anual, combatir la competencia externa desleal y dar oportunidades a los discapacitados (medidas 1,2,3,4,6 y 8, de las “60 soluciones concretas”) no es algo que se podría echar en saco roto. No sin generar un explosivo clima de frustración en la base social y un grave cuestionamiento a la reiterada afirmación de los principios cristianos del candidato.

Un comentarista nada sospechoso de laguismo o izquierdismo, David Gallagher, ha hecho algunas prevenciones que convendría tomar en cuenta. Dijo en El Mercurio luego del debate televisivo, que “su populismo izquierdizante (de Joaquín Lavín) subvierte lo que ha pretendido la derecha liberal en los últimos 30 años...”

Dicho de otro modo, si gana Lagos, ya sea en primera o en segunda vuelta, deberá hacerlo sobre una profunda revisión del estilo de gobernar de la Concertación, sobre todo el que caracterizó al régimen de Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Debería, precisamente por las lágrimas y sudores de estos días, hacer que efectivamente se concrete la alegría prometida y los amigos de la sátira reiterada se queden sin tema.

Y, si por un azar del destino de Chile, país que no ama la estabilidad per se, el triunfador fuera Joaquín Lavín, no podría echar pie atrás ante tanta oferta, tanto abrazo, tanto asumir personalidades distintas sin disfrazarse, como él mismo planteó.

A menos qué ocurra, claro, lo que pasó en Las Condes, donde sólo un exceso de entusiasmo ha impedido a sus partidarios ver que no todas sus promesas se han cumplido. De las cinco grandes obras que ofreció en su plebiscito comunal, sólo hizo una, la rotonda Atenas, que además se inundó a la primera lluvia. Cuando quiso hacer llover, el agua lanzada desde el aire se evaporó antes de llegar a tierra; los buses para que los ejecutivos no usaran sus automóviles al venir al centro tampoco tuvieron éxito....

Pero ¿qué importa todo eso, si ahora hay un país entero por conquistar?

Abraham Santibáñez