Editorial:

El enorme saldo positivo

Santiago, 5 de Noviembre de 2006

Como toda obra humana, el gobierno ha cometido errores, pero tengo la impresión de que en los últimos días, tras el escándalo de Chiloedeportes, se ha exagerado. Además de ver solo la mitad vacía del vaso, creo que no debemos olvidar la parte llena, que no es poca.

En primer lugar, vale la pena insistir en lo más básico: Chile tiene un gobierno, el cuarto, de una coalición que ha ganado todas las elecciones desde 1989 (incluso antes: el plebiscito de 1988) a pesar de un natural e inevitable “desgaste”. Este notable apoyo se origina en realizaciones concretas, que nadie pone en duda, pese a sus insuficiencias y errores. Pero, sobre todo, se debe a que en estos años el grado de participación, de información, de respeto a los derechos humanos, de libertad (especialmente de expresión) ha ido en constante aumento.

En esta perspectiva, el error más llamativo del gobierno de Michelle Bachelet se debe probablemente a un paso que era indispensable: la renovación de los equipos humanos. La presencia de rostros nuevos, sin experiencia de gobierno, que llegaron al poder en algunos casos por la búsqueda de equilibrios de género, se aprecia en general de manera positiva. Su debilidad, sin embargo, es que en más de un caso ha producido una sensación de desconcierto e incluso de falta de capacidad.

La Presidenta Bachelet asumió sus responsabilidades sin el apoyo de las tradicionales “máquinas” partidistas. Eso explica algunas designaciones que debió cambiar en la primera crisis de gabinete, las sorpresas que se llevó como en el caso de los estudiantes secundarios y sus reacciones generalmente más lentas de lo que las circunstancias requieren. Como si fuera poco, en la ocasión en que reaccionó con excesiva rapidez (cuando encaró los primeros casos de uso desproporcionado de la fuerza por parte de carabineros), generó un efecto contraproducente.

Hay “errores” que, a la larga, no han sido tales. El más notorio, me parece, es el de la votación en Naciones Unidas, donde finalmente se encontró un candidato de consenso para América Latina que fue lo que siempre se dijo oficialmente, aunque haya quienes piensen que la demora fue por otras causas. Pese a ello, la prudencia de políticos más experimentados debió indicarle a la Presidenta que no le convenía alardear al respecto, ni menos desafiar a la oposición. En octubre y noviembre, el horno ha estado para una política más bien silenciosa y anuncios muy precisos.

Como sea, es evidente que la Presidenta avanza rapidez en el último curso que le faltaba para graduarse: conjugar su capacidad de tomar decisiones duras cuando ello es necesario con la capacidad de transmitir la sensación de que efectivamente es capaz de tomar esas decisiones. El “test” debería ser lo que está ocurriendo en Chiledeportes.

Abraham Santibáñez

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