Editorial:

Cuba: lo peor sería la intervención norteamericana

Santiago, 13 de Agosto de 2006

Durante casi medio siglo, la dictadura de los hermanos Castro en Cuba ha despertado encontradas reacciones.

En sus inicios, pese a la reticencia del Partido Comunista, inflamó el entusiasmo de una generación ansiosa por terminar con las tradicionales tiranías latinoamericanas. En esa primera etapa, ni siquiera el paredón desbocado logró mellar el entusiasmo de quienes hasta hoy viven de la nostalgia de una ilusión que nunca se concretó.

Esta dolorosa realidad no obsta, sin embargo, para reconocer que uno de los mayores sustentos del régimen cubano ha venido, paradojalmente, desde Estados Unidos, su poderoso vecino. A partir del error de Bahía Cochinos (“Playa Girón” para los cubanos), tardíamente entendido por John Kennedy y el affaire de los cohetes soviéticos (una maniobra en la cual el gobierno de La Habana tuvo un papel de comparsa), la supervivencia del régimen, aunque precaria, quedó garantizada. Las condiciones económicas se agravaron debido al distanciamiento con la Unión Soviética y, sobre todo, con la caída del Muro de Berlín y la unificación alemana: la RDA había sido el último apoyo del régimen. Ultimamente encontró un oportuno soporte, gracias al superávit financiero venezolano, pero cabe pensar que durará solo lo que dure en el poder Hugo Chávez.

Es evidente que esta historia de tantas décadas está llegando, finalmente, a su momento decisivo. Es difícil, sin embargo, ser optimista a corto plazo. El tiempo solo acentuó la polarización entre los cubanos en el exilio y los que se quedaron (voluntariamente o no) en la isla. No se vislumbra un “acuerdo nacional” para la eventual reconstrucción democrática del país cuya economía, además, sufre de la esquizofrenia de una economía dividida entre el mercado para turistas y el mercado para cubanos comunes y corrientes.

La brutal represión a todo atisbo de disidencia, en especial a través de la prensa, hace más complejo el escenario futuro, el cual hasta ahora no contempla oficialmente ningún calendario de retorno a la democracia.

Y, por cierto, no se puede ignorar el papel de Estados Unidos que, con George Bush en la Casa Blanca, podría aventurarse en una intervención militar. Cualquiera sea la opinión que uno tenga acerca del régimen, una movida de este tipo sería profundamente desafortunada. Tanto externa como internamente sólo tendría el mismo efecto aglutinador que ya tuvo Bahía Cochinos hace 45 años.

Cuba necesita, para asegurar su futuro, la solidaridad del mundo entero. Pero dependerá de los propios cubanos cómo se manifieste.

Abraham Santibáñez

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