Editorial:

El gran vuelco del viejo conflicto

Santiago, 30 de Julio de 2006

No es fácil, para quienes hemos apoyado a Israel a lo largo de toda su breve historia como Estado moderno, entender lo que ha pasado en las últimas semanas. Resulta imposible justificar su desmesurada respuesta ante los ataques. Pero el apoyo de la opinión pública es como una cuenta corriente contra la cual se puede girar solo mientras haya fondos. Israel, en estos últimos días, está a punto de sobregirarse... si no lo ha hecho ya.

Los muertos del domingo, en Qana (en el Líbano) terminaron de alienar gran parte del apoyo internacional que ha sido el baluarte del Estado judío. Y, como se anticipaba, ataques como este, han generado un inesperado apoyo a Hezbolá, marginado hasta ahora de toda mesa de conversaciones al igual que el resto de los movimientos extremistas islámicos. Ya en el mundo árabe los países moderados empezaron a cambiar su discurso. Es probable que coincidan con ellos los países europeos y buena parte del resto del mundo.

Sería inútil, a estas alturas del conflicto, tratar de remontarse a sus raíces. Ellas existen y son profundas. Pero también es un hecho que en este momento hay realidades nuevas que considerar.

Durante más de medio siglo, la humanidad contempló impasible el drama de los refugiados palestinos, a los que nadie quiso dar cobijo definitivo. Por el contrario, se les negó la posibilidad de que se integraran a sus comunidades y, cuando hubo una poderosa razón de estado, no vacilaron en expulsarlos, como ocurrió en Jordania después del septiembre negro, o aceptando como inevitable su salida (Líbano 1982). Pero esta larga historia, en un mundo cada vez más sensible al sufrimiento de los civiles y que siente como muy lejano en el tiempo el holocausto judío, ha experimentado un vuelco profundo.

Es doloroso que se ignoren tantas angustias pasadas de todos los involucrados. No debería ser así. Pero es necesario que terminen los nuevos dolores, los nuevos holocaustos creados por el choque de ambiciones antiguas y nuevos fanatismos.

En estas masacres, todos somos víctimas... y victimarios. Incluso los que estamos en la periferia del conflicto.

(La fotografía, de AFP, vía CNN, muestra una de las víctimas del bombardeo en Qaná, el domingo pasado, 30 de julio de 2006).

Abraham Santibáñez

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