Editorial:

En un callejón sin salida

Santiago, 30 de Enero de 2006

Tratada en Chile con guante blanco -el ministro Carlos Cerda la saludó cordialmente al subir al avión que la trajo de regreso- Lucía Pinochet tal vez logre convencerse que, más allá del comprensible afán de venganza de algunas víctimas de la dictadura, la mayoría de los chilenos simplemente preferimos que actúe libre e imparcialmente la justicia.

La majadera reiteración de que la familia del ex dictador está siendo perseguida por razones políticas no se sostiene ante la realidad. Ya hubo una primera demostración, que fue el trato -justo, pero firme- que sufrió el propio jefe del clan durante su detención en Londres y la generalizada preocupación por lograr su retorno al país. Desde entonces, cada nuevo paso de la justicia ha estado rodeado de los mayores cuidados, sólo que la creciente gravedad de las acusaciones hace cada vez más difícil justificar tanta deferencia. En Estados Unidos, sometida al mismo trato que los inmigrantes ilegales y los contrabandistas de droga, Lucía Pinochet cayó en cuenta que hay situaciones mucho peores que ser procesada en Chile por evasión de impuestos, uso de pasaportes falsos y otros delitos.

Es de esperar que -finalmente- comprenda que el mal trato y la desconsideración que ella misma y sus hermanos, aparte de sus abogados y algunos (pocos, en realidad) seguidores leales han denunciado reiteradamente, no solo no existe, sino que la situación ha sido exactamente al revés. Si todavía hay sectores que sienten horror ante la palabra prohibida (“dictadura”), es de suponer que habrá muchas decepciones en el futuro en la medida que la justicia siga avanzando.

El patriarca de Los Boldos debería comprender que la seguidilla de acusaciones por las cuales ya ha sido desaforado, no le dará respiro. No tendrá la vejez tranquila a la que aspiró ni la seguridad económica que tan afanosamente buscó. Lo de Lucía ha sido solo una demostración de que este callejón no tiene salida.

Abraham Santibáñez

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