Editorial:

La ética y la ley

Santiago, 28 de Agosto de 2005

Debido a la trascendencia de las diversas reformas a la Constitución que se acaban de aprobar, la mayoría de los chilenos no percibieron de inmediato lo que estaba ocurriendo en materia de libertad de expresión. La lamentable decisión de la Cámara de Diputados, que aprobó inicialmente la idea de activar el mandato constitucional de reglamentar la protección de la vida pública tornó aun más confuso el debate. Finalmente, lo que se aprobó en este sentido el 16 de agosto se deshizo por la vía del veto esa misma tarde y al día siguiente.

Más comentada, en cambio, ha sido la restitución a los colegios profesionales de la tuición ética sobre sus asociados. Y con ello se ha iniciado un nuevo debate en torno a la regulación y la autorregulación.

Aunque sin la amplia difusión que sería de desear, conviene recordar, respecto del periodismo, la existencia de dos instancias de autorregulación: el Consejo de Ética de los Medios, con más de 130 casos analizados y resueltos, y el Tribunal del Colegio de Periodistas de Chile.

Personalmente, por mi relación con ambos consejos y con la enseñanza de la asignatura, me he convencido de que en esta materia hay un principio fundamental: los dos pilares del quehacer periodístico son la libertad y la responsabilidad. Deben coexistir, pero mientras la libertad se asegura por ley y así ha ocurrido de manera progresiva en los últimos años, la responsabilidad, como obligación moral, necesita un marco distinto. No implica menos rigor, pero en la práctica se deben entender las múltiples variables en juego. Es esencialmente mi conciencia la que me obliga a cumplir compromisos como el off the record, empeñarme lealmente en la búsqueda de la verdad, o solucionar el dilema entre derecho a la información y vida privada, por ejemplo. Por eso, en todas partes la tendencia es entregar esta tarea a los propios pares, incluyendo la existencia, en muchos medios, del ombudsman, o "defensor del lector", institución que desgraciadamente en Chile no ha podido prosperar.

La ley difícilmente podría entrar en este tipo de detalles sin caer en el exceso o, peor aun, la inutilidad.

Lo que ahora falta no son más leyes restrictivas, sino un empeño para hacer viable el control ético sobre quienes, porque no están afiliados al Colegio de Periodistas, han estado al margen del sistema existente.

Abraham Santibáñez

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