Editorial:

  Paradojas e ironías de un momento histórico

Santiago, 30 de Enero de 2005

A estas alturas, los chilenos, evidentemente confundidos, no estamos seguros de si se vive el comienzo del final o el final del final de la transición. Lo más lógico es partir de la base de que efectivamente se habrá terminado cuando se deje de hablar de ella en presente. Y así ha estado ocurriendo.... hasta este verano. Con todo, parece razonable pensar que, con la detención de Manuel Contreras en los últimos días de enero de 2005, esta larga transición -¡ahora sí!- está llegando a su final.

Como fuere, quedan temas y reflexiones pendientes.

Uno. Un tema pendiente es la lamentable prontitud con que la Corte Suprema reaccionó ante el suicidio de un coronel procesado y "funado". Efectivamente, como se dijo muchas veces durante la dictadura militar, la justicia que tarda no es justicia, pero es un insulto a la inteligencia de todos nosotros una solución de este tipo que carga los dados a los jueces, los mismos a los cuales, durante años sus superiores tuvieron con el freno corto y, sobre todo, sin la colaboración de las Fuerzas Armadas, en especial el Ejército ni de los propios acusados,

Dos. Conviene destacar la reflexión sobre este tema del académico Carlos Peña. El domingo 30 de enero el Vicerrector Académico de la U. Diego Portales, quien hasta hace poco era Decano de Derecho, resumió la situación en El Mercurio con una apretada serie de preguntas: "¿Cuánto debe, entonces, durar el proceso en las causas de derechos humanos en Chile si consideramos la complejidad del asunto, la conducta del inculpado y la diligencia de las autoridades? ¿Qué plazo es razonable cuando, por años de años, las autoridades fueron renuentes, los inculpados mudos y los mandos militares poco diligentes? ¿Cuál es el plazo correcto allí donde hay gobernantes y legisladores cuya imaginación es efervescente a la hora de reprimir la delincuencia común, pero más bien floja a la hora de cumplir su deber de perseguir las violaciones a los derechos humanos? ¿Cuál es ese plazo allí donde la disposición a hacer justicia no ha estado, desgraciadamente, a la altura del empeño por olvidarlo todo?" Este es el tipo de asuntos que debemos discutir, dice Peña. Y que debemos encarar para cerrar heridas y etapas.

Tres. Vivimos tiempos de paradojas. La familia y los defensores de Augusto Pinochet -el mismo que los consideraba una artimaña de "los señores marxistas"- ahora reclaman porque no estarían respetando los derechos humanos del anciano ex dictador. No solo es una paradoja. También suena a burla. ¿O no es por respeto a sus derechos humanos que está en los tribunales, que tiene abogados que interponen todos los recursos imaginables, pese a que cada día surgen más y más pruebas, no ya de sus arbitrariedades en el ejercicio del poder, sino la acumulación de una enorme fortuna que no hay cómo justificar?.Manuel Contreras, por su parte, acusa a los detectives que lo detuvieron de usar violencia innecesaria. ¿Qué quería, después de amenazar al jefe policial que lo va a detener: "No me voy a entregar. Si usted me dice que va a emplear la violencia, la emplea".

Este juego de paradojas es, tal vez, la mejor demostración de que, efectivamente, hemos llegado al punto de no retorno: a aquel donde comienza el tránsito por la esquiva normalidad democrática.

Abraham Santibáñez

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