Editorial:

Por si fuera necesario...

Santiago, 4 de Julio de 2004

Un tema recurrente en nuestro país es la falta de comprensión del papel del periodismo y los medios. Casi como un lugar común es necesario repetir, una y otra vez, que el servicio que deben prestar diarios, revistas, radios y televisión –aparte de los nuevos medios on-line- no es congraciarse con las autoridades, sino ayudar a que, por la vía de la información, se puedan tomar decisiones con fundamento en todos los ámbitos.

Hay motivos más que suficientes en la actualidad de los últimos días para repetir estas afirmaciones: los enojos de Palacio con La Tercera por la entrevista de Alvaro Vargas Llosa, o con Televisión Nacional por un reportaje testimonial sobre La Legua de emergencia. Habría que agregar, también, que por lo menos en este último caso, la valentía de quien hizo el registro en el submundo del narcotráfico debe ser reconocida y alabada... pero no exime de críticas al canal.

Esta vez, sin embargo, hay un tema más personal en esta reiteración de viejos principios: en medio del coro que se ha levantado para celebrar los 100 años del nacimiento de Pablo Neruda puede haber quienes se molesten por recordar algunas verdades más pedestres del poeta.

Magnífico cantor del amor, tuvo debilidades como todo ser humano y no habría que ocultarlas ni, menos, convertirlas en motivo de homenajes adicionales. Tampoco su ceguera política, morigerada en sus últimos años.

Canonizar al poeta es hacerle un flaco servicio, pero hacia allá vamos. Frenar los excesos –tal como ha sido siempre la misión del periodismo- es la única pretensión del comentario que se reproduce en esta edición y que se centra en las paradojas del poeta.

Tal vez no fuera necesario hacer esta aclaración. Pero, de todos modos, aquí está.

Abraham Santibáñez

Volver al Índice