Editorial:

Un verano sin crisis

Santiago, 1° de Febrero de 2004

Durante años –muchos, en realidad- la tregua veraniega significó un alivio para tensiones que, de otro modo serían insoportables: crisis políticas que se repitieron a lo largo de varias décadas, con distintos actores, pero con parecidas urgencias; dificultades económicas que parecían tener al país al borde del abismo o, peor aún, denuncias (corrupción fue, sin duda, lo más grave) que conmovían los cimientos mismos del Estado.

Este año, salvo la inquietud de los exportadores por el precio del dólar, y los ecos de la renovada reivindicación boliviana de una salida soberana al Pacífico, el panorama veraniego es auspicioso: el Presidente de la República ha tenido una buena gira por Europa –incluyendo un encuentro de alto nivel con Jacques Chirac, Lula Da Silva y Kofi Annan y una emotiva visita a Croacia-; terminó la “presidencia del mundo” de Heraldo Muñoz, y –last but not least- los turistas argentinos han vuelto masivamente a nuestras playas.

Es comprensible, pues, que el único problema grave que enfrentemos los chilenos, pero sobre todo los santiaguinos, sea el caos vial. Son tantos los nuevos trazados, que es un milagro que la capital del país siga funcionando con normalidad. Mayor será el milagro durante los próximos días, cuando la principal arteria, la “Alameda” que pocos recuerdan por su nombre oficial: del Libertador Bernardo O’Higgins, sea repavimentada.

No será fácil sobrevivir. Pero es posible.

Después de todo, hemos sobrevivido a crisis económicas profundas, hace un par de décadas; a tensiones bélicas de insospechada gravedad a fines de 1978, y a muchas otras situaciones que en su momento nos parecieron la antesala del juicio final.

Si bien se piensa, es mejor este tipo de angustias que aquéllas. Especialmente porque lo que viene este año no es menor: una decisiva elección municipal, antesala de un complejo proceso electoral.

De lo cual se deduce que la mejor recomendación es sacarle el máximo provecho al verano... ojalá lejos del centro de Santiago.

Abraham Santibáñez

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