Editorial

Restricción e Improvisación

Santiago 17 de Junio de 2001

Pese a la importante votación que obtuvo en las últimas elecciones parlamentarias, el senador Carlos Bombal no goza de una popularidad excesiva en vastos sectores ciudadanos. Debería, pues, agradecer a las autoridades santiaguinas la oportunidad de lucirse que le dieron con motivo del manejo de la pre-emergencia ambiental decretada al comenzar el feriado largo del 9 al 11 de junio. Por obra y gracia de un torpe manejo de la situación, el senador Bombal, se convirtió en el paladín de los intereses de sectores motorizados medios y bajos.

Veamos.

Se sabía que era inevitable una pre-emergencia que, por primera vez incluiría a los automóviles con convertidor catalítico. Al medio día del viernes 9, las indicaciones del sistema “predictivo” así lo indicaban. Pocos santiaguinos lo supieron, sin embargo. Pero lo peor fue que, quienes tuvieron algún aviso recibieron señales confusas y contradictorias.

La primera fue que no estaban previstos los dígitos que serían afectados por la restricción. Cuando se informó de la aplicación del decreto que afecta a los vehículos con convertidor catalítico se dijo que se usarían los mismos números de placa patente que los vehículos ya sometidos a restricción. Nada se dijo de lo que ocurriría en los fines de semana. Menos, por supuesto, en un fin de semana largo, cuando presumiblemente se produce una salida masiva de santiaguinos, especialmente -suponemos- de aquellos con más recursos: casa en la montaña o la playa, o dinero para pagar alojamiento.

Ocurrió entonces la segundo “descoordinación” como se llaman ahora elegantemente las metidas de pata a nivel oficial. Se dijo que la restricción regiría desde las 6:30 de la mañana hasta las 4:00 de la tarde, para facilitar la salida de quienes quisieran viajar fuera de Santiago. También se dijo que la medida no incluiría las vías exclusivas, segregadas y reversibles, como sería en días de semana, y que se limitaría al perímetro en el interior de Américo Vespucio.

Finalmente, como sabemos, con la finalidad declarada de facilitar el desplazamioento de quienes salían, es decir los sectores más acomodados, la restricción empezó a regir a las 11:00 de la mañana y el quien mejor capitalizó -antes que otros hicieran lo mismo- la rabia e impotencia de miles de capitalinos frustrados fue justamente el senador Carlos Bombal.

Nadie podría estar, a estas alturas, contra la restricción cuando se hace inevitable y en los días previos al fin de semana en cuestión era evidente que la calidad del aire santiaguino estaba empeorando. Pero, por respeto a la gente, a la ciudadanía, a los electores, al pueblo... como quiera que denominemos al esforzado ciudadano que se desplaza en su vehículo propio, catalítico o no, deberíamos exigir un poco más de consideración. Una vez más, da la desoladora sensación que el manejo de las grandes responsabilidades que afectan a Santiago está entregado a simples aficionados, de buena voluntad pero poco criterio. A ello hay que sumar, más tarde, la inconsulta medida de aliviar la restricción a la locomoción colectiva, para “poner a prueba”· su capacidad de autorregulación, como proclamó, campante, el subsecretario Rombolini, como si no fuera suficiente la permanente falta de consideración de que hacen galas sus conductores.

Esta vez el que ganó fue un senador opositor. Y también ganaron quienes han apelado a los tribunales de justicia para impedir que la restricción afecte a los vehículos con catalizador.

Eso es lo malo de las improvisaciones. Terminan por dispararse por la culata.

Abraham Santibáñez