Editorial

La última burla

Enero de 2001

El primer resultado fue lamentable.

Independientemente de las suspicacias provocadas por los largos años de frustraciones, un sector mayoritario de la opinión pública chilena alabó la valentía del Ejército –y de las Fuerzas Armadas en general- al reconocer que sus hombres había cometido crímenes atroces y entregar unos 200 nombres con sus lugares de entierro.

Al fin, se dijo, la Mesa de Diálogo tuvo un resultado positivo.

Al momento de escribir estas líneas –domingo 14 de enero de 2001- hemos vuelto a sentir la frustración, la desesperanza y el cansancio infinito de los familiares de los detenidos desaparecidos que se sienten víctimas de una nueva, incalificable maniobra luego del inútil esfuerzo de excavar en Cuesta Barriga. Aunque el ministro en Visita ha dicho que espera seguir su trabajo sobre la base de otros antecedentes, hay quienes temen –con razón- que han sido víctimas de una nueva y cruel manipulación.

Parece difícil que un ser humano pueda burlarse así de los sentimientos ajenos. Pero es obvio que quienes no tuvieron dudas en detener, torturar, matar y lanzar al mar a compatriotas suyos son lo suficientemente desquiciados como para pretender seguir el juego hasta el infinito. No hay otra razón que permita entender lo ocurrido.

Ni menos, aceptarlo.

Abraham Santibáñez