El final de los dictadores

No hay un libreto único para la producción de la muerte de un dictador. En Cuba han pasado meses desde que Fidel Castro se vio obligado, por razones de salud mantenidas bajo estricto secreto, a delegar el poder. Hace unos días, su hermano Raúl proclamó que "Fidel es insustituible salvo que lo sustituyamos todos juntos, cada uno en el lugar que le corresponde”. Hay quienes piensan que este es el anuncio del final de la larga agonía, aunque un especialista en cáncer al páncreas lo declaró en proceso de recuperación. En el otro extremo del mundo, en cambio, el Presidente de Turkmenistán, Saparmurat Niyazov, falleció sin anuncio previo a los 66 años de edad. Gobernó a su país durante 21 años, prácticamente la mitad que Fidel Castro, pero tuvo igual “mano de hierro”.

Niyazov es lejano para nosotros. Pero su historia es como la de todos los dictadores, de derecha como diría Belisario Velasco, o de izquierda, como agregaríamos nosotros. Niyazov superó la disolución de la URSS y se mantuvo en el poder. Lo acrecentó en 1999 cuando se convirtió en Presidente vitalicio e inició un culto a su personalidad. Según recordó la BBC, “decidió renombrar los meses del calendario para que estos llevaran el nombre las personalidades nacionales, de su madre y familiares, y de él mismo. También ordenó que se erigieran estatuas de su persona a lo largo de la nación desértica. Ciudades, un aeropuerto e incluso un meteorito fueron bautizados en su honor”. El comentario final de la BBC es lapidario: “Turkmenistán, una nación musulmana con grandes recursos energéticos de gas y petróleo, enfrenta un futuro bastante incierto tras la muerte de Niyazov, ya que no existe un claro sucesor”.

En Cuba, la transición ha sido lenta y ha permitido que de a poco los cubanos puedan hacerse a la idea de la muerte de quien rigió sus destinos por casi medio siglo. Pero, como en Turkmenistán, y en tantos otros países donde no los cambios de gobierno no están regulados, lo que queda al final es la incertidumbre.

En La Habana se han multiplicado, desde la celebración oficial atrasada del cumpleaños número ochenta de Fidel Castro –ocasión en la que no se le vio, como se había anunciado originalmente- los encuentros que van preparando el camino hacia lo inevitable. En noviembre se realizó un “coloquio internacional” sintomáticamente llamado “Memoria y Futuro: Cuba y Fidel”. El tono lo marcó el ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque en larga intervención: “Los enemigos, dijo, sueñan y se equivocan con la idea de que la ausencia de Fidel puede significar la ausencia de sus ideas”. Aseguró que no será así, ya que Fidel Castro, quien sólo aspira “a que de él solo queden las ideas”, va a regresar al combate.

Es, sin duda, un notable ejercicio dialéctico, que sirve tanto para un muerto como para un resucitado. Pero, a fin de cuentas, este libreto tendrá la misma conclusión que el de todos los dictadores, pasados o futuros.

28 de diciembre de 2006

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