Periodismo, ética y negocios

Hace poco más de cuatro siglos, la familia Fugger, en el sur de Alemania, descubrió la importancia de la información de negocios y de los análisis de mercado. Desde finales del siglo XVI, editó una carta noticiosa en la que recogía, según un historiador de la época, “rumores falsos y verdaderos, sucesos triviales y hechos trascendentales (por igual)”.

En la actualidad, este tipo de servicios se ha convertido en uno de los negocios más rentables del mundo de las comunicaciones.

Pero, también, uno de los más exigentes. Los errores se pagan caros. Y quien, aprovechando su acceso privilegiado a determinadas informaciones, quisiera sacarle provecho por su cuenta, puede ser castigado no sólo simbólicamente, sino por la propia Justicia. Es que, como acaba de plantear el Consejo de Etica de los Medios de Comunicación, “en el caso de la información económica hay aspectos especiales que considerar, ya que ella tiene efecto en las finanzas, no sólo personales, sino también institucionales, nacionales o internacionales”.

La anterior es, desde luego, una verdad antigua.

Lo nuevo es la revolución de las comunicaciones que marcó el final del siglo XX y que crea desafíos nuevos: información “on-line” y “en tiempo real”, por lo que, insiste el Consejo, es indispensable “que los medios se anticipen a prevenir la manipulación y aprovechamiento indebido de la información”.

Las citas corresponden a un texto de casi cinco carillas que recientemente hizo público el Consejo: “Dictamen sobre cobertura de noticias económicas”. Su origen se explica en el mismo documento, fue una solicitud del presidente de la Asociación Nacional de la Prensa, quien pidió un estudio sobre “los alcances éticos de la cobertura periodística de la economía, los negocios y las finanzas”.

Como integrante del equipo de siete consejeros -a los que hay que agregar el fiscal- que cumplió esta tarea, no me corresponde calificarla.

Pero vale la pena destacar que se trata de un trabajo hecho con seriedad, que integró a académicos y profesionales relacionados con los medios, que dedicaron un esfuerzo considerable durante meses a estudiar lo que se sabe en Chile y lo que se ha hecho en otras latitudes sobre esta materia.

La experiencia internacional, en especial la de Estados Unidos, se ha plasmado en numerosos documentos que intentan regular, desde los medios y no desde las autoridades, la delicada responsabilidad de informar “leal, veraz y oportunamente” sobre la actividad económica, el complejo mundo de las empresas, la fantasía y la realidad de los anuncios de inversiones y las promesas del mercado.

Mediante entrevistas a editores y periodistas chilenos, se completó el cuadro, siempre en la misma perspectiva: la autorregulación, asumida voluntariamente.

Ello explica que, como corolario, el Consejo proponga a los medios tres recomendaciones, que apuntan, en primer lugar “a establecer normas propias e internas... en torno a la cobertura del área económica, financiera y de negocios”. No basta, se insiste, con formular “una declaración de política editorial general”, sino que hay que ir mucho más allá, en el detalle de las exigencias internas y los mecanismos que garanticen “que las relaciones entre las personas, el mercado, el gobierno y las empresas -públicas o privadas sean transparentes”.

Podría no parecer mucho. Pero es un gigantesco compromiso cuyo objetivo es asegurar un correcto servicio al lector, auditor o telespectador.

Mucho más, por cierto, de lo que podían imaginar los editores de la casa Fugger en su tiempo.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el 26 de Junio de 2006

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