Al principio fue el Decálogo

No tiene un nombre vendedor (“marketero”) como: “Diez lecciones para sobrevivir en el combate con la farándula” o “Cómo vencer a los opinólogos desorbitados”. Tampoco se vende en los supermercados. Ello explica porqué “Etica y Derecho. Manual para Periodistas”, no ha ganado titulares de primera página ni su autor –el periodista y abogado Miguel González Pino- no es todavía un “rostro” de la televisión. Debería serlo. Este Manual, en el cual aparece modestamente como “coordinador”, es una guía editada por la Fundación de la Prensa (“entidad vinculada a la Asociación Nacional de la Prensa”), que sintetiza y ordena los textos vigentes en Chile tanto desde el punto de vista ético como legal. No ha sido tarea fácil porque hay mucho paño que cortar. En esta materia, el empeño nunca es llevadero. Históricamente ha sido así.

Como bien saben los lectores de la Biblia, el primero en romper los mandamientos de Dios fue el propio Moisés. Indignado porque, a la vuelta del Sinaí, encontró al pueblo de Israel en medio de una gran fiesta que incluía canto, baile y la adoración de un becerro de oro, “encendido en cólera, tiró las tablas y las rompió al pie de la montaña”.

Solo en un segundo intento se pudo oficializar el Decálogo, una notable –y perdurable- síntesis que ha marcado la ética judeo cristiana a lo largo de los siglos. Es obvio que, con el tiempo, la necesidad ha obligado a hacer múltiples esfuerzos por complementarlo, sobre todo en el área de las comunicaciones modernas.

Hace unos días, milenos después de Moisés, amparado solamente en “la experiencia acumulada en sesenta años de periodista activo”, Sergio Guilisasti irrumpió en las páginas del Decano de la prensa nacional con su propio “Decálogo del Periodista”.

Es imposible resumir el texto, que ya es muy sintético, pero se pueden destacar algunos conceptos claves: vocación, pasión por la libertad, voluntad de servicio, responsabilidad.

El tono de estos preceptos puede sonar anticuado, pero obviamente están de plena actualidad. Guilisasti, por ejemplo, pone el dedo en una llaga que salta a la vista de tiermpo en tiempo: “A cambio de tus comentarios periodísticos, señala, no aceptes nunca recompensas monetarias, agasajos, obsequios o viajes, pues todo ello te compromete con gestores del dinero y de la política y pierdes tu independencia y libertad”.

Otro lector de El Mercurio, Fernando Garetto, junto con calificar de “utópico” el planteamiento de Guilisasti, ofreció de inmediato su versión de lo que considera son los siete “principios” del periodismo actual. Están cargados de humor amargo ya que en definitiva cree que el periodismo perdió la brújula: “¡Qué principios ni qué nada, sólo rating, rating...!”.

El texto de Miguel González no es tan sintético como los de estos dos espadachines de la palabra, pero tiene la profundidad que las circunstancias evidentemente aconsejan. En él los lectores interesados pueden encontrar un buen respaldo si quieren adentrarse en el resbaladizo tema de las dudas éticas en periodismo. Sergio Guilisasti puso el tema en el tapete de manera magistral. González Pino, fiscal del Consejo de Etica establecido por la Federación de Medios, lo desmenuza. “Etica y Derecho” es un aporte notable en tiempos en que el tema ético pone en jaque a periodistas y no periodistas.

Y no es broma. Quienes lo consulten podrían tener buenos datos para sobrevivir a un enfrentamiento con opinólogos y faranduleros. Sin enojarse, como Moisés.

Publicado en el diario El Sur de Concepción, Noviembre 2006

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