Los conspiradores de este siglo

Con un pasado revolucionario sobre los hombros, que lo llevó al exilio y finalmente lo orientó hacia la novela, el chileno Roberto Ampuero conoce de conspiraciones nacionales e internacionales. Así se puede advertir -inquietantemente- en su obra más reciente, en la cual reaparece como personaje central el detective Cayetano Brulé pero donde el mensaje de fondo es una señal de alerta frente a las fuerzas desatadas por la globalización.

Como siempre ocurre en estos casos, el autor de ''Cita en el azul profundo'' aclara que la suya es sólo una novela. Pero, agrega una turbadora aclaración: ''De haber semejanzas entre la ficción y la realidad, es culpa de esta última''.

El encuentro de esta semana en Monterrey, México, dedicado a analizar la ayuda oficial a los países del Tercer Mundo, apenas unos días después del fragoroso encuentro de la Unión Europea en Barcelona, revivió debates, temores y mitos. El ambiente de los últimos días contribuyó a profundizar las pesadillas.

Entre ellas habría que incluir la afirmación de Ampuero de que existe una entidad no oficial, la WPA, la ''Guapa'', definida por él mismo como ''un gremio a escala mundial'', capaz de ordenar secuestros y asesinatos a fin de mantener el control del sistema. Aunque el thriller norteamericano nos tiene acostumbrados a los relatos truculentos acerca de los excesos del FBI y, sobre todo, de la CIA, para los chilenos todavía resulta inquietante la denuncia sobre poderes ocultos en las sombras. Ampuero ha desarrollado largamente en su espacio en ''La Tercera'' el tema de sus ''años verde olivo'', que pasó en Cuba y tiene predilección -y, probablemente, buena información- acerca de la presencia de los servicios secretos ruso, cubano y de la extinta RDA en Chile a finales del siglo XX.

Con mente periodística y conocimiento de fondo de algunos de los laberintos de la política chilena, Ampuero adoba su novela con alusiones al conflicto mapuche (agregando otras rebeliones de otras etnias), recuerda el nunca bien aclarado episodio de las uvas envenenadas y alude de manera directa a La Oficina, la dirección de seguridad de los gobiernos de la Concertación, rebautizándola como La Casa, con algunos personajes fácilmente reconocibles.

Más difícil, en cambio, es tratar de separar la ficción de la realidad cuando se interna por la senda de las intrigas internacionales. Como muchos -¿todos?- los que se oponen y denuncian la globalización se enreda en teorías conspirativas. Es cierto que el mundo se movió entre los hilos de los grandes marionetistas que residían en Washington y Moscú y que ahora parecen haber cambiado su puesto por los banqueros de Wall Street u otros centros financieros internacionales. Es la explicación que esgrimen los combatientes en las batallas que sirven de acompañamiento a cada encuentro del Fondo Monetario, el Banco Mundial o cualquier cumbre. En ellas coinciden los defensores de la ecología, las minorías -de cualquier tipo- y los tecnófobos. Lo que deliberadamente prefieren ignorar es que sus propias reacciones no serían posibles si no fuera por el desarrollo tecnológico.

Internet, denunciado como la herramienta de dominación de este siglo, es también el arma que congrega y coordina a manifestantes anti-globalización.

Y no es -claro- su única ventaja.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 23 de marzo de 2002