Sociedad globalizada, periodismo y futuro

¿Qué papel deben asumir los gobiernos y la sociedad civil en el nuevo orden mundial?

"Todavía resonaban en los oídos de todos el estruendo del derrumbamiento del World Trade Center" cuando, en un esfuerzo de última hora, el periodista Juan Luis Cebrián y el dirigente socialista Felipe González se reunieron para analizar lo hacerle un añadido de última hora a su libro "El futuro no es lo que era".

Preocupados por la actualidad, consideraron necesario agregar un capítulo final, que Cebrián tituló: "Un estrambote de terror". Conforme lo que dice el diccionario, corresponde a un "conjunto de versos que por gracejo o bizarría, suele añadirse al fin de una combinación métrica, especialmente del soneto". Pero, ya se sabe, no fue ni por gracejo ni por bizarría, sino por la necesidad de fijar posiciones frente a los atentados de Nueva York y Washington.

En este diálogo el político y el periodista plantean una renovada preocupación por el futuro que tiene que ver con la supervivencia de la democracia en tiempos difíciles como los actuales. Cebrián teme que "al hilo de la seguridad, crezcan los impulsos reaccionarios, aumente el racismo y se evidencien las tendencias a construir un nuevo tipo de Estado policial". Felipe González anota que una manera de conjurar este peligro es el establecimiento de "una red de información entre las democracias avanzadas".

Estas ideas, y otras que Cebrián ha ido formulando en años recientes, conforman un pensamiento coherente que apunta en una sola dirección: hay un nuevo orden que se está construyendo, que todavía no sabemos bien cómo será, pero que no podemos pretender manejarlo de la manera como lo hicieron los países hasta ahora. Al mismo tiempo, subraya, no debemos desaprovechar la posibilidad de una mayor participación de los ciudadanos en la conducción no sólo de los asuntos públicos, sino también de las grandes corporaciones trasnacionales. Al fin y al cabo, reitera, en ellas está actualmente el verdadero poder y contra ello no hay mucho que hacer. Es, hasta cierto punto, la reiteración del pensamiento de Petronio, en la antigua Roma: "Si no podemos contra ellos, hagámonos cristianos".

Debe concedérsele, sin embargo, el beneficio de que no es un cínico el que habla, sino un demócrata convencido. Y, con él, se han incorporado al diálogo, otros creyentes en la democracia, tal como se está viviendo en el siglo XXI.

Algunos de estas ideas fueron desarrolladas más extensamente por González, Cebrián y otros intelectuales de primera línea (incluyendo al ex Presidente uruguayo Julio María Sanguinetti) en un coloquio en Sevilla a propósito de la aparición del libro.

Según la versión de El País -diario que ayudó a fundar y que dirigió en sus primeros años- Cebrián insistió en quitar el halo romántico que podría rodear a los responsables de los atentados del 11 de septiembre. Planteó que "toda guerra es una guerra por el poder... No estamos ante el romanticismo de los líderes de unos pueblos desesperados. Bin Laden y los terroristas persiguen el poder".

Según el mismo informe periodístico, agregó que la libertad individual y los derechos de las personas a elegir sus gobiernos son algunos de los "valores que es importante defender... No podemos caer en el relativismo cultural de que todo vale en función de religiones y culturas".

La presencia en Chile de este periodista con reconocida capacidad de análisis, permite valorar su opinión sobre lo ocurrido a partir del pasado 11 de septiembre de 2001 y el fenómeno más complejo de la globalización.

Una de sus preocupaciones más marcadas gira en torno a internet, cuyas "especiales características", dice, "vierten sobre ella la sospecha de una contribución al caos. La desaparición de jerarquías aparentes en la red y la autonomía de su crecimiento tienden a depositar no pocas decisiones en los usuarios".

Esta realidad ha movido a algunos gobiernos y a diversos organismos internacionales a emprender "una apresurada carrera para el establecimiento de normas que regulen la competencia en el sector". Esta, recuerda Cebrián, no es una tentación nueva, pues -paradoja de paradojas- "algunos países han llegado a crear ministerios para la desburocratización".

La realidad, escribe, es que "el Estado, voluntaria u obligadamente, tiende a perder soberanía. La sociedad global de la información no es la única responsable de ello, pero empuja poderosamente en (este) sentido. Eso no significa finalmente una ausencia de gobierno en las redes ni en que el mercado permanezca únicamente al albur de múltiples decisiones autónomas. La concentración de poder a escala multinacional en unas pocas manos que poseen a la vez el dinero, la tecnología y los contenidos de los medios de comunicación, información y entretenimiento configura un verdadero nuevo orden internacional y no conocemos aun las consecuencias de su implantación".

En este complejo escenario, ha dicho Cebrián, la prensa y el periodismo se ven inevitablemente involucrados.

Tampoco sabemos cómo será su labor en el futuro y ante el desafío multimedial las respuestas no son fáciles. Pero hay algo que subsiste: es la tendencia frecuente de echarles la culpa de todos los males. Ello no es novedad, recuerda: "Ya en el caso Dreyfus, hace más de un siglo, ocurrió lo mismo". Por eso, junto con tratar de entender las grandes líneas de la economía, y la política en este mundo nuevo que vivimos, es indispensable pensar en el papel que le cabe en él a los medios de comunicación y a los periodistas. Y, al mismo tiempo que se les despoja de cierto aire demoníaco, sería bueno que entendiéramos que también la sociedad entera es responsable de la información que recibe, hace circular y utiliza. Si es cierto que los países tienen los gobiernos que se merecen, habría que agregar -y esto no lo dice Cebrián- que las sociedades tienen el periodismo que ellas mismas han generado y siguen alimentando día a día.

Publicado en La Tercera el 6 de Noviembre de 2001