Gran lección de un viejo maestro

Se lo dijo en su propia cara y "con todo respeto", como dicen que dicen los curaditos en la TV. Pero fue un mensaje fuerte y claro, en un régimen que finalmente empieza a dar señales de estar llegando al final o, por lo menos, al comienzo del fin.

Pero, lo mejor es empezar por el principio.

A los 77 años y a más de un cuarto de siglo de haber llegado a la cumbre de su carrera política, Jimmy Carter sigue siendo una figura respetada en medio de las tempestades.

Su paso por la Casa Blanca no dejó el sabor amargo de la corrupción (como Nixon) ni la imagen lamentable de un mujeriego irrefrenable (Clinton). Pese a sus profundas diferencias políticas, probablemente estuvo más cerca de George Bush padre, a quien todos siguen mirando hasta hoy como un ejemplar pater familias.

Pero Jimmy Carter fue más que eso: es un cristiano (bautista) que nunca escondió su fe y, algo ingenuamente para los cánones post-modernos, sigue proclamando su confianza en Dios y en la humanidad. Sin otras armas, se ha convertido en un Quijote del nuevo siglo que no vacila en tratar de "desfacer entuertos" allí donde lo invitan.

Así llegó, en los últimos días, a Cuba.

Visitó laboratorios de investigación para comprobar que no es efectiva la grave acusación de que Cuba está preparando armas biológicas; se entrevistó con disidentes; habló -lo que es inevitable en estos casos- largamente con Fidel Castro... y en la Universidad de La Habana lanzó su más pesada bomba de tiempo. En un discurso difundido a todo el país, sostuvo: "No he venido aquí a interferir en los asuntos internos de Cuba, sino a extender una mano de amistad hacia el pueblo cubano y ofrecer una visión del futuro hacia nuestros dos países y para las Américas". En esta visión criticó el embargo norteamericano a la isla, reconoció el extraordinario nivel del sistema de salud y en educación, pero recordó crudamente que "Cuba ha adoptado un gobierno socialista donde no se permite que su pueblo organice ningún tipo de movimientos de oposición. Su Constitución reconoce la libertad de expresión y de asociación, pero otras leyes niegan estas libertades a aquellos que no están de acuerdo con el gobierno".

También recordó el voto en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU para pedir que "Cuba cumpla con las normas universalmente aceptadas referentes a las libertades civiles" y pidió que se permitiera la visita de la Cruz Roja y del Comisionado de DD.HH. de la ONU "para que examine temas como el de los prisioneros de conciencia y el trato a los reclusos".

Pese a las singulares características que ha tenido este viaje de Carter, incluyendo su libertad de desplazamientos y el acceso sin censura a los medios de comunicación, ningún analista se ha atrevido a hablar de cambios inminentes. A lo más, se habla del comienzo de un proceso que podría llevar a cambios más importantes. Después de todo, hay la certeza de que Fidel Castro no es inmortal.

Lo que sí ocurrió esta semana es que el Proyecto Varela, una petición firmada por once mil cubanos que no tuvieron temor a identificarse con nombre, apellido y número de identidad, pasó del semiclandestinaje al pleno conocimiento de la opinión pública cubana gracias a Carter. Esta petición de un plebiscito destinado a obtener mayores libertades es visto por quienes lo suscriben "como un intento pacífico de lograr cambios en el sistema desde dentro".

Es posible que finalmente las cosas estén cambiando en Cuba y que quien le haya dado el impulso definitivo sea este anciano de apariencia ingenua y sabiduría profunda.

Publicado en el diario El Sur de Concepción el sábado 18 de mayo de 2002