“Carnívoro” al ataque

Según una vieja afirmación, en una guerra la primera víctima es siempre la verdad. En nuestra época altamente tecnologizada, la primera víctima parece ser Internet, por lo menos tal como lo habíamos conocido hasta ahora. El miércoles pasado, cuando todavía no se normalizaba la vida en Estados Unidos después de los atentados terroristas del martes, el especialista Declan McCullogh afirmó que agentes federales habían intensificado de inmediato su vigilancia sobre la red de redes como parte del gigantesco esfuerzo por encontrar a los autores y a sus inspiradores..

Una manera de intervenir consiste en usar a “Carnívoro”, un programa eufemísticamente rebautizado como DCS 1000 que se instala en la red de un proveedor de servicios de Internet y permite monitorear todas las comunicaciones. La información, paradojalmente para estos tiempos, no se recoge electrónicamente, sino “a la antigua”: un agente de los servicios de inteligencia se presenta en la sede del proveedor y retira un disco removible con la información captada. Ese mismo día, en un gigantesco despliegue nacional e internacional, desde otras partes se informaba de parecidos esfuerzos por ponerle riendas a los cibernautas. Las oficinas centrales de Hotmail fueron bombardeadas con peticiones para informar acerca de cuentas por donde circularan mensajes en árabe.

No habría que sorprenderse: hace años que los servicios secretos están manifestando su inquietud por algunas de las características más llamativas de Internet, como su fácil acceso y la posibilidad de jugar a las escondidas en el ciber-espacio. Obviamente lo que para unos (y no hablamos de terroristas) es una bendición, para otros es una maldición. Un norteamericano que había descubierto –y practicaba con alguna ganancia- el insólito aunque legal negocio de esconder identidades, es decir, retransmitir mensajes sin dejar constancia de quien fue el emisor original, decidió el martes en la noche que no valía la pena enredarse en estos manejos. Según dio a conocer el experto McCullogh, comprendió que una actividad en apariencia inocente podía producir resultados tremendamente trágicos.

Es que las pistas –incluyendo las electrónicas- apuntan persistentemente a Osama Bin Laden, de quien se estima que ha sido un maestro a la hora de sacar el máximo provecho de Internet.

El mismo martes, cuando se abrió en Estados Unidos la mayor cacería humana de la historia, quedó claro que el gobierno de George Bush no se medirá en el uso de recursos. La necesidad de dar una respuesta tranquilizadora a la opinión pública fue subrayada por él mismo cuando pidió fondos al Congreso. Argumentó que “esta batalla tomará tiempo y esfuerzo, pero no se engañen: la ganaremos”.

No será fácil. Peor aun: hay antecedentes embarazosos: Bin Laeden fue adiestrado por la CIA cuando lo consideraron útil contra los soviéticos en Afganistán. Y, por lo que había trascendido al comenzar las investigaciones, los pilotos que abordaron violentamente los aviones secuestrados para convertirlos en proyectiles humanos, también tenían entrenamiento en Estados Unidos.

Pero, por cierto, el mayor embarazo norteamericano ha sido mostrar su vulnerabilidad ante el mundo entero, situado –gracias a la CNN- en primera fila. Aunque hay muchos que creen que de esta coyuntura podría salir reforzado el plan del escudo anti-misiles de Bush, la verdad es que sólo se vio que tiene poco sentido un gasto de este tipo: bastan unos cuchillos para cortar cartón y una decisión suicida para humillar a un país y causar miles de víctimas.

Y este es solamente el primer episodio.

Publicado en El Sur de Concepción el 15 de Setiembre de 2001