Agentes físicos inteligentes:

¿bendición o maldición para periodistas?

Uno de los primeros investigadores que habló públicamente en nuestro país de la existencia de los "agentes físicos inteligentes" fue el profesor norteamericano Thomas Cooper del Emerson College de Boston. A mediados de 1998, vino de visita a la Universidad Diego Portales, invitado a dictar un curso sobre Etica y las complejidades de las nuevas tecnologías digitales. Para facilitar la comprensión del tema, planteó un ejemplo imaginario ("aunque no mucho"), cuyo protagonista es un personaje ficticio: "Stan McGregor".

Según el relato del Dr. Cooper, el ingeniero McGregor está terminando, por cuenta de su empresa, una "coreografía de agentes inteligentes" que apunta a resolver el problema que encara a menudo una persona cuando viaja: "Estoy solo en una ciudad extraña, ¿qué puedo hacer?". Cuando el programa esté terminado, el usuario, que podría ser el mismo McGregor, recibirá, en segundos, en la pantalla de su computador, una batería de repuestas, desde las más inocentes -programación de cine y TV, teléfonos de familiares y amigos- hasta las más escabrosas.

La duda que de pronto asalta al investigador McGregor es acerca de su propia responsabilidad por lo que le pudiere pasar a su cliente. Sus temores son múltiples: podría contagiarse de SIDA, por ejemplo, con una prostituta recomendada por el programa computacional, o podría ser mal aconsejado por algún tele-predicador y tomar una decisión drástica, como el suicidio.

Y hay más temores: la historia de McGregor cliente que buscaba remedio para la soledad, podría llegar a manos de un periodista inescrupuloso y sus debilidades -drogas, mujeres u otras- ser brutalmente expuestas a la opinión pública.

Estas dudas de McGregor en su calidad de creador de software, expuestas en Chile por el Dr. Cooper, fueron analizadas desde el punto de vista ético un tiempo después en Dublin. Allí Cooper encabezó el panel titulado "El impacto de los agentes en la comunicación y la ética: lo que sabemos y lo que no sabemos", en una reunión internacional de especialistas de la Fundación para los Agentes Físicos Inteligentes, FIPA.

Lecciones de Chile

Como participante en el panel, se me solicitó que hablara de la visión de quienes vivimos al sur del mundo. Para ilustrar la presentación, me pareció pertinente recurrir a las "lecciones de una investigación", extraídas del trabajo desarrollado durante un par de años por profesores de la Universidad Diego Portales (periodistas e ingenieros) y cuyo resultado fue un prototipo de diario electrónico.

El primer punto consistió explicar a los participantes en el encuentro, todos ellos especialistas avanzados en computación, un aspecto fundamental: la visión negativa que mucha gente tiene en Chile y no sólo aquí, de las nuevas tecnologías, incluyendo la televisión por cable y el Internet. Se insiste recurrentemente en el despliegue de violencia, la pornografía y otros temas poco deseables. Frente a ello, sin embargo, los periodistas hemos proclamado la posibilidad real de ejercer nuestro trabajo con recursos nunca antes imaginados. El único compromiso es hacerlo de manera responsable, pero libre, sin controles ni censura.

Para mucha gente, el tema no es sólo la inmadurez de niños y adolescentes. También se afirma en algunas partes del mundo -a veces con apoyo de argumentos ideológicos o religiosos- que "la gente no está preparada" para ver todo lo que puede encontrar en su televisor o computador.

Por coincidencia, a mediados de 1998 se informó que la autoridades de Afganistán, los talibanes, habían prohibido la televisión. Cuanto duró la prohibición o cuán efectiva fue su implementación no estaba claro, ni siquiera un año después. Pero parece dudoso que se haya logrado imponer efectivamente la prohibición. Y sigue siendo cierto que este intento es una ironía dolorosa, especialmente porque un experto español, Juan Antonio Giner, hizo notar, en los años 80, que los talibanes, cuando combatían al régimen pro-soviético, utilizaron en abundancia algunas de estas nuevas tecnologías. Por ejemplo, para difundir su lucha y denunciar las atrocidades de los soviéticos, usaban mini-cámaras de video, fáciles de ocultar y trasportar. La ventaja frente a las viejas cámaras cinematográficas, pesadas, poco maniobrables y que no se podían abrir porque se velaba la película, es considerable. Fue por ello que Giner habló de "tecnologías de la libertad".

Novedades tecnológicas

Es evidente que habrá más novedades en este campo: en la Universidad de Columbia un grupo de periodistas, ingenieros y diseñadores creó una "estación portátil", todavía demasiado pesada y muy cara, pero que concede total autonomía al reportero y permite que el público -gracias a una cámara de 360 grados- pueda sentirse realmente en medio del espectáculo, la competencia deportiva o la noticia que se quiere dar a conocer. Todo intento de manipulación mediante el encuadre: dar la sensación de mucho público, cuando hay poco, o al revés, se hace más difícil o imposible y por lo tanto se gana en fidelidad de la información. En San Francisco, a fines de febrero, cuando se habló de este equipo en una reunión de profesores de periodismo, se dijo que todavía pasaría algún tiempo antes que tuviera un uso práctico. Menos de seis meses después, durante el Festival de Berlín, un consorcio alemán estrenó una versión mucho más liviana de la estación, lo que sólo confirma -una vez más- que en esta materia nadie debe hacer profecías, porque siempre quedan retrasadas.

En el caso chileno, con menos dramatismo, estamos aprendiendo a pasos agigantados. Lo primero, en el caso de nuestra investigación, fue lograr que las visiones de ingenieros y periodistas ensamblaran entre sí. Tuvimos que ponernos de acuerdo en materias que a unos y a otros, en nuestra perspectiva, nos parecían obvias. Empezamos por establecer lenguajes comunes. En el proceso, unos y otros nos enriquecimos con conocimientos nuevos.

Los periodistas aprendimos mucho acerca de ciertas áreas de la computación que no siempre se explican en detalle a los legos. Y los ingenieros aprendieron sobre los métodos de trabajo de los periodistas. Al principio lo habíamos creído innecesario: todos los días los medios impresos, el cine y, sobre todo la televisión, muestran el trabajo de los periodistas. Pero los profesionales de otras áreas no aprecian el fondo del asunto, sino sólo la parte más externa: las ambiciones de hombres y mujeres que luchan por darse a conocer, las amargas batallas por el poder en los medios, desde los tiempos de Citizen Kane. la película de Orson Welles, hasta ahora, cuando el tema de la vanidad y la falta de consideración asoma en cada película o serie de TV.

Rutinas y desafíos

De este modo, los ingenieros pudieron captar que el trabajo periodístico, aparte de ser esencialmente un servicio, obedece a normas establecidas, basadas en años de experiencia, que determinan usos y jerarquía. Fue necesario explicar que cuando un editor hace su trabajo ("edita", conforme la definición del medio, las normas de estilo y la distribución de los espacios), no está censurando, sino simplemente realizando una tarea indispensable.

También nos dimos cuenta que la revisión de textos, la distribución de tareas, fijar y ordenar los plazos de entrega, son todos aspectos esenciales de la labor informativa y, por lo tanto, parece difícil que en algún momento los pueda reemplazar una máquina.

Al reestudiar estas complejas relaciones de trabajo, redescubrimos no sólo la importancia de la estructura interna del medio, sino también los fundamentos de algunas rutinas básicas, como el chequeo de datos, el buen reporteo y el procesamiento responsable y la entrega cuidada de la información obtenida.

Esto no ha cambiado con la aparición de nuevos recursos tecnológicos. Al contrario, se ha hecho más exigente.

Así lo demuestran ejemplos como el de la publicación del Informe Starr en el Internet, cuando fue conocido simultáneamente en todo el mundo, dejando a los periodistas un terreno de maniobra muy estrecho, obligados a efectuar su análisis con más celeridad que nunca, pero con clara conciencia de que cualquier error o descuido puede ser detectado de inmediato por el público. Poco antes, el veterano comentarista Pierre Salinger, antiguo asesor del Presidente John Kennedy, había sido inducido a un gravísimo error, al utilizar en un comentario, un antecedente sin respaldo que encontró en Internet sobre el caso del vuelo 800 de la TWA.

Esta situación es un duro recuerdo de una obligación básica del periodismo: Internet no releva al periodista de la necesidad de poner en juego toda su capacidad e incluso su instinto, en la investigación de una noticia. Sigue siendo indispensable chequear y rechequear, preguntar y confirmar; desconfiar y revisar. La credibilidad ha sido desde siempre la base de toda reputación periodística perdurable y lo sigue siendo.

Otra lección asociada a la incorporación de las nuevas tecnologías tiene que ver con la responsabilidad social de los medios. Por tradición, especialmente los medios escritos, han estado a cargo de colocar sobre el tapete de la actualidad los temas de discusión. Eso que el profesor Maxwell McCombs bautizó como "agenda setting" no ha desaparecido, aunque no siempre se aprecie como era tradicional. De hecho, en un mundo tan saturado de noticias como es el actual, la necesidad profesional de que un periodista analice la actualidad y vaya planteando los temas más importantes se ha hecho más necesaria que nunca.

La noticia en el pajar

Varios autores han coincidido en esta apreciación Entre ellos el especialista norteamericano en Etica, Dr. Rushworth Kidder. En una entrevista realizada aquí en Chile, hace algún tiempo, Kidder, fundador y presidente del Instituto para la etica Global, fue confrontado con este punto:

¿Qué va a ocurrir en el futuro, cuando todo el mundo, gracias a Internet u otro tipo de red, esté conectado y tenga acceso a la información? ¿Quién va a asumir la responsabilidad social de la prensa; el papel que a los periodistas nos gusta destacar de la labor de la prensa? ¿Ha pensado Ud. en eso? Porque es otro subproducto de las nuevas tecnologías.

Si en esta habitación Ud. no tuviera nada, ningún mueble, nada y yo tratara de esconder una aguja, ello sería muy difícil. La mejor manera de esconder una aguja es no tener sólo una aguja: es tener una aguja y taparla con un montón de paja. ¿Correcto? Esa es la manera de lograr que sea prácticamente imposible encontrarla. No porque esté en un rincón, sino porque hay tantas cosas más encima y a su alrededor que no hay cómo hallarla. Eso, según me parece, es lo que ocurre con Internet. El peligro no es que nos quedemos sin la información que necesitamos; el peligro es que tengamos tal cantidad de información que nadie, ningún individuo pueda usarla, pueda encontrar lo que busca.

"El trabajo de un editor, en el futuro, va a ser aun más importante que ahora. El trabajo del editor va a consistir en extraer, a través de todas estas enormes cantidades de información, las dos o tres cosas que él crea que el público debe conocer y lograr que la atención del público se concentre en ellas. Y, luego, las 10 ó 20 informaciones que sería conveniente que conociera; además habrá 40 ó 50 cosas más en las cuales alguna gente estará interesada. El trabajo de los editores será poner en orden todo esto.

"Hay alguien, el proveedor de información, cuya tarea será tratar de convencerlo de que su información es lo más importante del mundo y Ud. tiene que tenerla. Cuando Ud. tenga cuatro mil informaciones, a través de Internet, Ud. va a decir: ‘Me rindo. No puedo manejar todo esto’. Entonces Ud. va a recurrir a algún tipo de publicación, electrónica o en papel, lo que sea, que le ponga en orden todo este material y le diga qué es lo importante y qué no lo es tanto".

Necesidad reforzada

Aunque la posición de Kidder pueda parecer sólida y, sobre todo, definitiva, de tiempo en tiempo aparecen entusiastas de las nuevas tecnologías que piensan que los periodistas ya perdieron su razón de ser. Al respecto también hemos podido extraer una lección de nuestra investigación. En síntesis, lo que hemos encontrado es lo mismo que asegura Kidder: la necesidad de personas capacitadas para jerarquizar las informaciones y seleccionarlas, más allá de las preferencias personales, no disminuye. Por el contrario, se multiplica cada día. Esta es la única posibilidad de que el conjunto de la sociedad esté debidamente informada no sólo de los aspectos agradables de la vida en comunidad, sino también de los más ingratos: delincuencia, corrupción, incumplimiento de promesas y obligaciones contraídas.

Este es, precisamente, el mayor desafío que plantea el desarrollo de los llamados "agentes inteligentes". Las enormes ventajas que se intuyen en su aplicación, sobre todo el alivio de tareas tediosas, pueden hacer creer a muchos sectores, incluyendo a periodistas, que sus tareas no sólo serán más fáciles, sino que tendrán una menor exigencia personal. Todo indica que es al revés. La organización de las enormes cantidades disponibles de información, su procesamiento, su interrelación y su presentación -.de manera atractiva- a los públicos, no se puede mecanizar ni automatizar.

Se puede llegar a extremos increíbles de facilidad, por cierto, como cuando se dice que es posible pensar en un programa que recopile versiones sobre un mismo hecho y haga computacionalmente las comparaciones. Pero ello no significa que la responsabilidad primera -y última- del profesional, vaya a desaparecer.

Delegar...no más

Al resumir lo dicho en el encuentro realizado en Dublin en 1998, uno de los panelistas, el profesor Adam Clayton Powell III, anotó que "el nuevo software es tan poderoso que representa un avance cualitativo en relación a los trabajos de referencia comúnmente disponibles, como enciclopedias o guías telefónica. También hubo acuerdo (entre los panelistas) en que los problemas de la ética, la privacidad y la libertad de expresión en los sistemas on-line todavía no han sido resueltos, ni legal ni técnicamente".

Las intervenciones en esta oportunidad constituyen, hasta ahora, uno de los más completos resúmenes sobre el tema y comprenden textos del propio Powell; del ya mencionado Dr. Cooper; de la profesora norteamericana Tara Giunta; del doctor John Pavlik, profesor de Columbia y también conocido nuestro ya que estuvo en Chile en 1995, y el autor de este artículo.

Lo que mejor ilustra lo planteado, es lo que dijo entonces Pavlik, en relación al trabajo de los periodistas. "Estos agentes permitirán que los periodistas deleguen ciertas funciones... en softwares que podrán actuar como abejas incansables, repasando enormes acumulaciones de datos en busca de ocasionales pepitas de oro y librando al periodista de las tareas más rutinarias, a fin de que se pueda concentrar en funciones más analíticas". Esta es, sin duda, la clave definitiva.

Si pensamos que los públicos de este nuevo siglo tendrán un expedito acceso a la información básica y corren el serio riesgo de ser aplastados por la avalancha noticiosa, el gran desafío de los periodistas sigue siendo el de dar contextos, explicar y analizar y hacer proyecciones. Es decir, interpretar.

Agosto 27, 1999