El abismo más profundo

El asesinato de diez colombianos secuestrados por la guerrilla, incluyendo al gobernador de Antioquia y un ex ministro de Justicia, ha llevado a ese país a un callejón que no parece tener salida.

Alvaro Uribe, el actual presidente, se jugó por un tratamiento duro frente al narcotráfico y sus aliados en la guerrilla, al revés de Andrés Pastrana, su antecesor, quien favoreció el diálogo y en un momento dado desmilitarizó amplias zonas de Colombia. Lo ocurrido en los últimos días hace temer que ambas estrategias estén condenadas al fracaso. Pero hay algo peor: demuestra que también una vía pacífica, como la que representaba el gobernador Guillermo Gaviria, no tiene posibilidades de fructificar.

El comienzo de esta historia lo contamos en esta columna en agosto de 2002 (1): "Gaviria es un activo militante de la no violencia. Basándose en ella, propuso a los antioqueños hacer una demostración pacífica mediante una marcha en apoyo de los ciudadanos de Caicedo, poblado a 120 kilómetros de Medellín y que ha estado desde 1995 bajo el asedio de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y los paramilitares. Según explicó al hacer la convocatoria, el gobernador cree que "la no-violencia nos enseña que debemos odiar el pecado, mas no al pecador. Por eso, el propósito de esta marcha no es orientar el rechazo de la población sobre las personas que actuaron con tanta violencia. Deseamos construir un puente que permita la reconciliación entre ellos y la población de Caicedo...".

"Durante cuatro días unas mil 500 personas, hombres, mujeres, jóvenes, niños, incluso discapacitados, marcharon por la montaña sin armas, cantando y rezando, en una conmovedora demostración de buena voluntad.

"El último día, apenas a cuatro kilómetros de su objetivo, Gaviria y otras tres personas, incluyendo un sacerdote, fueron invitados a adelantarse al grupo a conversar con la guerrilla. Sólo dos regresaron".

Ahora sabemos el final de la historia. Gaviria y el ex ministro Gilberto Echeverri fueron asesinados por las FARC durante un intento de rescate. Como resultado inmediato, el rechazo a la violencia ha vuelto a unir a los colombianos. Pese a las muchas demostraciones anteriores contra la violencia extremista -generada por la guerrilla, los para-militares y los narcotraficantes- la opinión pública ha vuelto a manifestar su horror y su repudio. Es que el país sigue confiando en que se pueda ganar la batalla por la paz. No sólo ha sido aplastado el esfuerzo gandhiano del propio Gaviria. También se ha cerrado, tal vez para siempre, el intento de lograr un "intercambio humanitario", el canje de secuestrados por guerrilleros detenidos. Aunque generaba dudas, debido a que los guerrilleros probablemente habrían vuelto a la lucha clandestina, los familiares de los secuestrados confiaban en que podrían volver a ver a sus seres queridos.

Se derrumban de este modo los últimos puentes (por usar la expresión de Gaviria) que los colombianos pretendían establecer sobre el abismo que divide al país.

Publicado en el diario El Sur de Concepción y La Prensa Austral de Punta Arenas el sábado 10 de mayo de 2003

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Nota del Editor:

  1. Se hace referencia a la nota: El puente destrozado, de la edición del 8 de Setiembre de 2002